28 de enero de 2015

Una mañana en el trabajo

Desde octubre del año pasado tengo un pequeño trabajo en mi facultad. La verdad, no puedo quejarme: trabajo ocho horas a la semana, cobro decentemente (contando el poquito tiempo que trabajo), tengo despacho propio, mis jefes son geniales... Incluso las malas lenguas dirían que realmente poco tengo que hacer en él, ya que me paso bastante tiempo dedicado a prácticas de clase, charlar con la gente a través del mostrador, haciendo cosas "menos académicas" o, como ahora, escribiendo en el blog.

Me gusta mucho donde estoy situado, en una zona medianamente concurrida de la primera planta. Como alumno del último curso, me es sencillo reconocer qué asignaturas se imparten por los profesores que pasan, algunas cosas que cargan los alumnos o simplemente comentarios sueltos que esc...

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Me disculpo, sea como sea, sigo en el trabajo, y hay cosas que requieren mi atención. ¿Por dónde iba...?

Bueno, el caso es que, para variar, le encuentro cierto encanto romántico a mi despachito a las casi nueve de la mañana. Primera semana de cuatrimestre: muchas asignaturas aún no empiezan ciertas clases, así que este pasillo está prácticamente vacío. La gente que compone el servicio no docente sigue puntual como un reloj, y escucho las mismas voces, y saludo a las mismas personas...

Todo está en su sitio.

Este cuatrimestre, si todo sale bien, es el último que paso en esta facultad... al menos a corto/medio plazo. Según he planeado. Aunque luego, por supuesto, todo puede cambiar. En estos cuatro años he visto la carrera desde muchos ángulos, y he visto fallos, aciertos, correcciones y meteduras de pata. Pero ante todo (aquí un gallego de pura cepa metería un "mal que me pese") le he cogido cariño a este lugar. No es ideal, no es perfecto, tiene goteras en el cuarto piso y profesores con más manías que una persona afectada de TOC, alumnos más vagos que todos los tópicos sureños e incluso dudas sobre la sanidad del agua de las fuentes. Pero, si se me permite el topicazo, yo la quiero, con todos sus defectos, y dejarla no va a ser moco de pavo.

Supongo que precisamente por eso debería hacer una salida triunfal de este escenario al que tanto cariño le guardo. Y a eso me ayudaría, en vez de perder el tiempo, aprovechar que no viene nadie a nada y ponerme con mi proyecto.

26 de enero de 2015

La única forma de volver de una pérdida es ser capaz de hacer el viaje en los dos sentidos. Hay gente que piensa que todo consiste en avanzar, dejar atrás, superar, olvidar. Yo discrepo. Yo creo que es como un bumerán. El punto de partida y el de destino es el mismo, aunque vuelvas cargado de todos los recuerdos que has cogido por el camino. Pero solo si llegas al fondo del abismo y luego subes por la desesperanza, la desilusión, el shock, la sospecha, los momentos felices, la plenitud del inicio, la duda ante el barranco y la ligera sospecha, te hallarás en condiciones de volver al estado de ánimo del que un día partiste...
Toda historia es un viaje de ida y vuelta
Quisiera saber el presente
A veces me gustaría coger mi corazón y mi cabeza y estamparlos en esta pantalla en blanco. Quizá así podría saber lo que llevan dentro.