15 de septiembre de 2016

Mi música

No se cuantas veces habré hablado de música en el blog. En eso, para variar, soy un tío raro. Tengo un oído regulero, que no malo. Toco gaita y flauta dulce, principalmente. Escucho una mezcla entre bandas sonoras de videojuegos, folk, parodias y melodías sueltas de grupos famosos.

Para mi la música, al igual que para tanta otra gente, es una parte indispensable en mi vida. Mi subconsciente me habla a través de canciones que tarareo cuando estoy despistado, indicando así mi estado de ánimo o preocupaciones. Es raro el día que no digite alguna chorrada en mi Hönner de seis euros de cuando iba en la ESO. Y silbo, silbo muchísimo a lo largo del día, y no se me da del todo mal.

Si en la poesía logro reflejar mi cerebro y mi corazón, mi música es más de instinto. Muchas veces toco buscando una sensación, o simplemente agotarme. "O son do ar" me ayuda a relajarme por pura fatiga. El "Title theme" de Ocarina of Time o "Kokiri Forest" son cuando busco algo más de estilo, de elegancia. Y canciones mata-ratos, muchísimas... ¡Si hasta mi proyecto en la carrera tuvo que ver con música...!

Cuando mi papel es de oyente, y no de intérprete, busco melodías que me ayuden a situarme en lo que estoy. En bachillerato, tenía piezas específicas para resolver problemas de matemáticas, por ejemplo. Ahora tengo "canciones de trabajo", que me ayudan a centrarme... Y controlar el tiempo, según el número de veces que le tengo que volver a dar al play.

Por todo esto, admiro profundamente a los músicos que me rodean. Tengo amigos pianistas, guitarristas, cantantes... Conozco muchos gaiteiros, de otra etapa de mi vida. Y en todos ellos he podido ver esa sensación de romper todos tus muros internos, de llorar, de reir, de vivir intensamente... Una sensación que pocas cosas puede producir.

Mi música no es la mejor, ni la más original. No soy yo el mejor músico, ni un crítico con un gusto soberbio. Pero me hace sentirme más vivo, más yo... Y, cuando puedo compartirla con los demás, o cuando ellos se atreven a desnudarse musicalmente ante mi, me hace sentirme más unido a quienes me rodean.

14 de septiembre de 2016

El odio nunca puede ser legítimo, por propia definición

2 de septiembre de 2016

Era tan ancho como un barril de cerveza (o "Agua y aceite")

Si nos miras al espejo,
verás, seguro,
que si quitas el pelo
somos reflejo,
reflejo el otro del uno.

Y hasta ahí la igualdad.

Porque donde yo digo algo
ella dice lo contrario:
coincidir es casualidad.

Donde yo planeo alto,
ella está en el suelo...
Y busca alzar el vuelo
cuando yo he aterrizado.

Ella es de dulce,
yo de salado.

Yo lloro mirando al viento,
triste, teatrero, dramático.
Ella llora riendo,
siempre en lugares cerrados.

Ella se dice insegura crónica
y sarcástica compulsiva.
Con la primera, misma tónica,
pero no envenena mi saliva.

Ambos buenos, según dicen,
¿modelos de referencia? Eso opinan.
Ella es profesora,
lo mío es la ingeniería.

Y por en eso no parecerse
cambio las gafas por lentillas.

A veces nos gusta estar juntos,
pero nadie nos revuelve,
pues intentarlo es imposible:
somos agua y aceite...

Y no me entra en la cabeza,
como siendo hermanos,
yo he escrito este poema
y ella compare un ancho
con el del barril de cerveza...

Y perdóname, hermana,
si sientes que te he engañado,
pero técnicamente he ganado:
el poema tiene tu metáfora :P