20 de agosto de 2020

Las cosas van como deberían

Está ya la mañana alta, y yo estoy en mi silla
con alguna legaña, pero con suficiente energía,
disfrutando de la rara situación tranquila
de las primeras partes de la larga jornada.

No hay más voces en mi cabeza que música,
las tareas en mi lista no se agolpan todavía.
No habrá urgencias hasta más avanzado el día.
Quizá, por una vez, las cosas van como deberían.

Sigo sin acostumbrarme a la tonta maravilla
de la clara luz que entra por la ventana,
en lugar del viejo reflejo de una bombilla.
El aire fresco al que invitar cuando se le precisa.

Los ruidos más o menos son los mismos,
pero hay algo distinto en la calma inusitada
que, a pesar de todo, a la esperanza invita...
Quizá, por una vez, las cosas van como deberían.

Y con el reloj corriendo, y la gente viniendo,
algo se abre camino desde mi hacia la vida.
Un suspiro satisfecho, una ladeada sonrisa,
una plenitud que hacia mucho que no sentía.

No se cuanto tiempo seré una montaña rusa de emociones.
Pero un paso a la vez, disfrutemos de las subidas.
Y cuando el mundo despierte, ¡que me encuentre riendo!
Quizá, por una vez, las cosas van como deberían.