4 de agosto de 2011

Ecos de Tol'Emac

Os presento hoy mi último relato, de inspiración medieval....

Vale, y un poquito romana.

Dedicado a la que fue sin existir; la que existió sin ser.

¿Será tarde?

Es la hora del crepúsculo. En la ciudad los guardias cierran las cuatro puertas localizadas en la enorme muralla que defenderán a los habitantes de los temores del exterior y de la noche. Las antorchas empiezan a brillar entre las tinieblas, y aquellos que guardan oscuros propósitos y negocios se frotan los ojos para termina de levantarse, pues para ellos el día empieza cuando el Astro se oculta.

Nada fuera de lo común en Tol’Emac.

Sin embargo, en los caminos, ya casi velados por la oscuridad, alejándose cada vez más de la seguridad de la gran urbe, una figura solitaria se desplaza como si le persiguieran los peores ejércitos del demoníaco Traidor. Sostiene un arrugado pergamino en una mano, la única parte de su cuerpo que sobresale de los ropajes que la cubren. Hasta su cabeza aparece tapada por una caperuza.

Un solo pensamiento recorre su mente.

¿Será tarde?

* * *
- Se que os lo he preguntado ya tantas veces como arena hay en las costas y estrellas en la mano del Todopoderoso, pero permitidme que os lo diga por última vez: Sir Tolesnal, ¿estáis seguro de esto?
- Mi respuesta no ha variado, druida, ni cambiaría ni aunque la tierra y el cielo se abrieran ante mi para obligarme a mudar mi parecer. Proceded con vuestra parte.
- Sois consciente de que nunca más…
Una racha de viento ahoga las palabras del viejo Nilrem, el más ilustre y sabio druida del mundo, a la par que mueven su escaso cabello plateado, que apenas le cubre las sienes. En el rostro, barbilampiño y arrugado, en el cual destacan la aguileña nariz y los ojos, totalmente blancos por la ceguera, asoma una indiscreta preocupación que busca invitar a la reflexión al caballero que tiene frente a él. Sabe que es inútil, puesto que para él el futuro es tan conocido como el pasado, pero debe cumplir su papel para aquel que otrora fuera el mayor hombre del mundo.

Tal y como el anciano sabía de antemano, la respuesta de Sir Tolesnal es una nueva negativa, cargada esta vez de agresividad:
- ¿A que viene esta traición, Nilrem? – los profundos ojos, del color del zafiro y con calmo carácter, destellaban ahora con la ira de una hoguera. – Sois peor que el infame aquel que, queriendo llamarse sanador, no proporciona las justas sangrías al enfermo para calmar su dolor, puesto que cualquier dolencia del cuerpo es incapaz de igualar a las del alma, y a la mía vos no queréis poner remedio con interminables pretextos…
- Comprendo la magnitud de vuestro pesar, mas quiero que vos alcancéis semejante grado de comprensión para con vuestra decisión, puesto que quizá pueda ser peor el remedio que la enfermedad.
El caballero se vuelve hacia el demacrado druida con una mirada que mezcla perplejidad y dolor, aunque solo durante un instante, pues luego recupero el semblante sombrío. Mientras mira a las inmensidades del abismo que tiene frente a él, susurra de forma casi imperceptible, como si no se dirigiera a su interlocutor:
- ¿Qué puede haber peor que esto?
* * *
¡No llegaré a tiempo!

El camino serpentea cada vez más a medida que asciende por la ladera del rocoso paisaje. Es ya noche cerrada, pero la claridad de la luna basta a la misteriosa figura para moverse con confianza.

Las fuerzas empiezan a fallarle. Ha avanzado casi diez leguas desde Tol’Emac, y aún le quedan tres más para llegar al risco Onre’Teo Divlo.

Sin energías para continuar corriendo, adopta un paso ligero que, confía, podrá mantener hasta el final. Lamenta ahora no haber conseguido una montura en la ciudad, pero la única que habían podido ofrecerle estaba sin los arreos. De haber esperado por ella, la ciudad hubiera sido cerrada… Y entonces si que no habría esperanza.

Realmente no tengo esperanza… Lo que tengo es la esperanza de encontrar una esperanza…

Una única lágrima se desliza por la cara tapada y cae sobre el pergamino que aún sujeta en la mano.

* * *
- Sire, ha llegado la hora.
La luna alumbra esta noche como si fuera el sol en Onre’Teo Divlo. La alta y desgarbada figura del Gran Druida, que viste con la toga negra que usan los de su clase para estos rituales, hace que el aura de misterio que rodea al anciano adquiera un cariz tenebroso. A su lado, poniéndose de rodillas, esta la también enorme, pero fuerte, silueta del caballero Tolesnal. Su única vestimenta es el pantalón de esparto de los penitentes, dejando el pecho desnudo, con el largo cabello pelirrojo cayéndole sobre espalda y torso, enmarcando las gruesas cejas y el espeso bigote. Ambos hombres van descalzos. “Hemos de permitir que los espíritus de la tierra nos valoren y tomen de nosotros las energías para el conjuro”, había sido la explicación del druida para esto.

Dando un paso ante el hombre, la negra figura de Nilrem posa una mano sobre la cabeza del arrodillado, y con un grave tono que distorsiona sus palabras, empieza a recitar la letanía que abre la ceremonia:
- Orut ufled opritxe so lolle rop rolo duseart sonet neser pleroc neredsot neimit nes solat luco o dasa ple. Orut ufled opritxe...
* * *
¿Eso…eso es…? ¡No!

La brisa nocturna trae unas notas de extraña cadencia:
- Or… rop… neser pleroc… nered… it ne... o... sa ple...
Ya ha empezado... ¡No he llegado a tiempo! ¡NO HE LLEGADO A TIEMPO!

La figura, arrebujada aún en sus ropajes marrones, se deja caer de rodillas, rota por el dolor. La mano, agarrotada segundos antes, se abre y deja caer el pergamino que durante tanto tiempo había sostenido, y se convierte en mudo testigo del incesante llanto que ahora se inicia. Las letras brillan ahora bajo la potente luz de la Luna:

El Gran Sire ha decidido hacer un Ritual en vuestro nombre para que este desparezca. Pasada la medianoche será demasiado tarde.

Si en verdad el amor os embarga aún, algo debéis saber: el conjuro es posible evitarlo, pero no cortarlo…

Os espero… o no…

La capucha al fin se echa atrás en una de las convulsiones por los interminables lloros y dejan a la vista un moreno pelo lacio, perteneciente a una joven muchacha. Con los verdes ojos empapados por las lágrimas, contempla al astro del cielo y grita:
- ¡TOLESNAL! ¡YO OS AMABA!
* * *
- ...rop rolo duseart sonet neser pleroc neredsot neimit nes solat luco o dasa ple... ¡Orut ufled opritxe so!
La voz del druida se interrumpe con una poderosa entonación final. La última y grave nota se mantiene en el ambiente mientras Tolesnal se levanta con movimientos medidos y avanza hacia el borde del risco, situándose a la espalda del druida. Sin mirar atrás, extiende un brazo y Nilrem pone en él un trozo de papel. El caballero lee su contenido en un tono de voz monocorde, como si no tuviera control de sus palabras:

Vos, la del oscuro cabello,
las níveas manos
y las esmeraldas de ensueño,
que con su preciosa mirada
hipnotizaron a este caballero.
A vos dirijo mis versos
en esta clara noche
de conjuros perversos.
Os entregué mi corazón
y destrozasteis mis sentimientos.
Os di mi mente
y quebrasteis mis pensamientos.
Y por mi pura alma
me devolvisteis un desprecio.
Ahora solo me queda
liberarme de vuestro recuerdo
quebrando una vez más
alma, mente y corazón
Para eliminar todo…
…pensamiento…
…sentimiento…
…d…
…o…
…l…
…o…
…r…

Las tres últimas palabras se hacen casi inaudibles. La voz de Tolesnal se rompe y, sollozando vivamente, cae de rodillas al suelo.
- No puedo… ¡NO PUEDO!
* * *

¿…? ¿N…? ¡¿N-no?! ¡¿N-no… n-no puede?!

La muchacha se levanta y echa a correr en la oscuridad, con una angustiosa esperanza palpitando en su pecho.

* * *
- Teníais razón, Nilrem. No puedo hacerlo… A pesar de todo… Yo aún la amo. Iré a buscarla. Hablaré con ella… Aún hay tiempo.
Con estas palabras, el caballero se levanta y camina decidido hacia el lado contrario del risco en el que se parara segundos ha. Sin embargo…
- Una vez ha comenzado… nada puede pararlo… y se ha de cobrar una víctima…
- ¡¿Q-qué?! ¡N-no! ¡NO! ¡A-a…AAAARGH!
* * *
¿Ese grito…?
- ¡Tolesnal!
La joven corre y llega a Onre’Teo Divlo. Dos cuerpos en el suelo la reciben con un silencio tenso, insano…

La mujer grita y se desploma también.

* * *

* * *
- ¿Condenado por busca el consuelo en el olvido o salvado por el amor en el último momento? Su historia se ha perdido en el tiempo… Mas de ellos podemos aprender hoy que todo amor merece la pena si se lucha por él…
La voz del cuenta-cuentos se apaga y una salva de aplausos inunda el local. La gente comenta en voz alta:
- Ha merecido la pena venir, aunque solo por escuchar a este trovador, ¿no crees?

- Si, la verdad es que ha venido bien caracterizado.

- Es increíble que haga todo el solo. ¡Qué dominio del tono de voz!

- Los papeles están genialmente representados…

- …pásame la botella…

- ¡Oye, tío, un poco de seriedad, hombre!
Salgo de la discoteca cuando empieza a sonar la chirriante música electrónica. El aire puro de la noche se libra de ruidos cuando la puerta del garito se cierra. Me dejo llevar por mi imaginación y trato de visualizar a Tolesnal, a la dama, al mago…
- ¿Tampoco os gusta el ruido?
Me giro sorprendido. El que ha hablado es el cuenta-cuentos, que sale del local aún con sus ropajes medievales… y manteniendo su caballeresca dialéctica.
- Estaba reflexionando sobre vuestra historia, caballero.
- Si lo consideráis oportuno, hablad con un lenguaje más sencillo. Comprendo que la verborrea medieval puede ser demasiado enredada para una propuesta directa.
Me quedo callado durante unos segundos. Me da un poco de vergüenza lo que voy a hacer, pero…
- Mira… hay dos cosas que me gustaría preguntarte acerca de tu historia.
- Las preguntas nunca son indiscretas. Las respuestas, a veces si.
- Verás, no entiendo exactamente por qué Tolesnal se somete al ritual… Además, me escama el final.
El cuenta-cuentos me mira con gesto divertido. Con un movimiento de mano, me invita a movernos. Hace bastante frío fuera, pero le sigo.

Me doy cuenta de que se encamina hacia lo alto de la pequeña colina en la cual se sitúa la discoteca. Una serie de carteles anuncian la primera “juerga medieval” del antro, aludiendo, entre otras cosas, al “trovador” que ahora me acompaña.

Cuando llegamos a la parte más elevada, se para y me señala a nuestra espalda. Al girarme, veo un desnivel abrupto de unos treinta metros, sobre un valle.

En ese momento, con voz profunda, empieza a hablar.
- Hace tantas lunas que pasó esto que casi se ha desvanecido de mi memoria… No recuerdo bien lo que sucedió aquel día, puesto que cuando hay magia en juego, el lance es imprevisible. Mas quizá pueda responder a tus dos preguntas.
Tolesnal se había quedado prendado de la bella Ulaci hacía ya una primavera. La joven era una muchacha de alta cuna en edad casadera, y el rey de Tol’Emac estaba encantado de que uno de sus mejores caballeros, sino el más notable, cortejase a tan digna dama…
Pero el sino puede enredar alrededor de la más pura flor las más espinosas espinas, y eso fue lo que sucedió cuando a oídos de Tolesnal llegó que la joven se estaba viendo con otro hombre. Se decía que ella partía a una aldea cercana todos los días primeros de semana para verlo, y volvía con la llegada del crepúsculo.
Suponed el dolor del gran caballero al acudir a ver a su amada en tal día y no encontrarla…
Es por ello que decidió someterse al Olvido, el ritual druídico que permite renunciar a los recuerdos y sentimientos. Acudió al gran Nilrem y este, muy a su pesar, se vio obligado a aceptar, aún a sabiendas de que Tolesnal se acabaría echando atrás…
- Entonces, ¿es cierto que hubo una traición de… mmm… Ul…?
- No, Ulaci se mantuvo fiel a su amor. Si vais a preguntar por qué salía del pueblo, era para visitar a una vieja amiga, anterior doncella suya, que vivía machada por la deshonra tras haber conocido a un caballero con fama de galán, piel de cordero y carne de lobo.
Las palabras del cuenta-cuentos me hechizan y temo romper su encanto si hablo, pero he de hacerlo…
- Y… ¿qué fue de Tolesnal, Ulaci y Nilrem?
El cuenta-cuentos dirige sus ojos hacia mí y siento como si su mirada me traspasara…
- Veo en vuestra mirada un anhelo extraño por conocer el final de una historia que, en el fondo, no os incumbe… ¿no?
Los ojos se me empañan de lágrimas… ¿Se me empañan de lágrimas?
- Quizá estéis empezando a comprender lo que sucede – me dice.
- Me encuentro confuso…
¿Por qué esto me está afectando tanto?
- Es natural. Pero quizá os ayude escuchar un poema que, se dice, tiene como autor al mismísimo Tolesnal:
La flor se marchita
y los cuerpos perecen.
La primavera se va
y mi alma perece.
O eso parece.
Mi cuerpo no sufre
ni mi lucidez se nubla.
No hay donde debiera canas
ni en mi rostro una arruga.
Solo queda en mi un anhelo
de algo olvidado.
La necesidad de un consuelo
por algo pasado.
¿Por qué habita en mi el sentimiento
y no lo sentimentado?

- ¿Por qué habita en mí un amor...
por alguien que solo es soñado?

Los dos últimos versos salen de mi boca. Angustiado, miro al cuenta-cuentos que, de repente, me parece mucho más demacrado…
- ¿Por qué, Nilrem?

Aquí concluye mi relato, pero me gustaría aclarar algunas "cosillas" que han podido quedar sueltas o pasar desapercibidas a lo largo del relato. Quizá la más importante sea que, salvo un nombre, todos los de este relato están compuestos de juegos de palabras. Son fáciles de descifrar, pero aclararé que están "en mi estilo" de escritura convencional.

Espero que os haya gustado... y nada más que añadir, supongo.

1 comentario:

  1. Visita tucasaescomala.blogspot.com
    si te gusta leer o escribir!

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