17 de mayo de 2014

No tengo ni puta idea de relaciones. 

Se que es un inicio que peca de soez y contundente, pero quiero que quede así de claro. No se NADA de relaciones humanas. Y cada día que pasa un poco menos. Así que es probable que esta entrada sea algo así como una de las estupideces más grandes que he escrito en este blog, pero os pido que entendáis el contexto que conforma mi enorme ignorancia.

Estos últimos días he tenido una tormenta de ideas, tanto propias como exteriores, acerca de las relaciones entre personas. Relaciones de amistad, relaciones entre hermanos, relaciones padre/madre-hijo, relaciones de pareja, relaciones laborales, relaciones académicas, relaciones profesionales, relaciones sexuales... Relaciones, relaciones, relaciones, relaciones. 

¿Qué he sacado en claro de todo esto?

Que somos gilipollas.

(Si, de soez, vulgar, y de contundente, casi tonto)

¿Qué se supone que tenemos en mente cuando nos relacionamos con los demás? ¿Estamos atontados o qué? ¿Por qué convertimos las relaciones en cargas, en fuentes de dolor, en heridas, en compromisos? ¿Por qué nos dejamos llevar por las exigencias y los mitos, consideramos hitos importantes la palabrería barata e ignoramos las obras evidentes? ¿Qué se nos pasa por la cabeza para romper las relaciones que nos fortalecen y reforzar las que nos destruyen día a día?

¿Por qué hemos olvidado como comunicarnos en la era en la que estamos a un golpe de tecla?

Estoy muy frustrado por darme cuenta de que yo también he caído en la dichosa trampa. Frustrado por ver que cometo los errores que, me dije, nunca cometería. Enfadado por ver que la gente sigue equivocándose en lo mismo una y otra vez, y que soy incapaz de aprender nada de los supuestos errores que veo y achaqué a los demás.

Pero no me hagáis mucho caso. Al fin y al cabo, no tengo ni puta idea de relaciones. Apenas se relacionarme con mi mismo y mi entorno, para cuanto más teorizar sobre nada.

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