27 de octubre de 2017

Me ha costado tiempo,
más del necesario, creo...
El preciso, al fin y al cabo.
Pero al fin me he entendido
y ya se definir mi calvario.

Verás, es sencillo:
desamor desilusionado
es un resumen claro,
el motivo de mi vilo.

Me prometí ser novio,
y sino, amigo.
Afirmé eternos mis amores,
y viví con ese sinsentido.

De ese juramento,
el primer lamento.

Amé a alguien.
A ella la vi,
en ella me vi,
y compartimos camino.

Pero al separarnos...
La herí.

Y de ese momento,
mi segundo tormento.

Y por último...

Dame un segundo,
decir esto es duro...

Ella, mi sueño.
Mi tercer clavo ardiendo.

Esos tres son el conjunto
disjunto de mi sufrimiento.

Porque puse mi orgullo
en mis grilletes.
Cárcel de hierro y pensamiento
entre dires y diretes.

Pero he crecido demasiado
como para ser un mártir niñato.

Por primera vez en mi vida,
debo ser yo el que se libere
y no buscar una fácil huida
en la fuerza de una nueva amiga.

Que sea yo quien se redima
de los tres pecados
que con el mundo me enemigan.

No soy un caballero de antaño
cuya promesa lo ata cual ganado,
menos cuando las circunstancias cambian.

No fui el capullo que me creí...
Y si, que así lo crean me amarga,
pero hice según sentí.
La verdad es mi guarda.

Y Ella, cuando sea, no será un cuento.
No, no habrá hadas.
Pero será perfecto.

Es hora de reconciliarme
con mi alma de actor viejo.
Volver cuanto antes al ruedo,
y salir, que no vienen a buscarme.

Ser feliz.
Esa será la clave.

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