22 de septiembre de 2010

Pensamientos

El relato que viene a continuación es mi última "creación" literaria, que usaré una vez más para presentar a concurso. Dado que tiene varios narradores, los diferencio, como otras veces he hecho, por color.

Nada más que añadir ;)



La puerta abierta ante mi es una prueba más. Quizá una trampa. Una nueva zancadilla que la sociedad me pone. Estoy seguro.
-          Déjame en paz.
-          ¡Serás…! ¡Yo sólo quería estar contigo un rato!
Ya, ya. La misma monserga de siempre. En este teatro que es la vida, todos los que me rodean parecen actores profesionales con un papel tan aprendido que ya forma parte de ellos.
 Me aparto de la chica con un ademán de indiferencia, a lo que Ella me responde dándome la espalda y emitiendo un bufido de exasperación. A mis oídos, la prueba de que he superado un nuevo obstáculo, que he escapado de las profundidades de un zarzal sin un solo rasguño.
Un atronador sonido me saca de mis reflexiones. Como siempre, voy a la cabeza de la horda humana que se acerca entre bromas y quejas hacia sus respectivas posiciones. Como si de una escapada en una vuelta ciclista se tratase, me separo del grupo y soy el primero en llegar a meta, mucho antes que el resto.
Tengo aún unos minutos para hacer la rutina de siempre. Me dirijo a mis pertenencias y, con cuidado, reviso todo. Un solo centímetro sin comprobar puede ser fatal. Pero he de darme prisa, o sino… ¿Eh?
-          Cabrones… Pero esta vez os tengo…
-          ¡Más quisieras, capullo!
                                                     ***
-          ¡Serás…! ¡Yo sólo quería estar un rato contigo!
Aunque parece no oírme, sé que me está escuchando. Me parece ver en su sombría mirada de siempre un destello, pero enseguida lo cubre otra vez esa sombra…
Simplemente se gira.
Y yo simplemente vuelvo a bufar.
Aún ahora me es imposible entender por qué está así. Es decir, cuando lo conocí, yo… Mejor dicho, cuando lo vi por primera vez, cuando habló conmigo ese día…
Vaya, me estoy poniendo poética.
Quizá deba rendirme. Quizá mis amigas tengan razón y sea solo mi imaginación, que me juega malas pasadas. Aparte, dentro de poco retomaremos las clases, y ahora en mi mente sólo debiera estar ese examen de Latín.
Como si mi pensamiento fuera un vaticinio, oigo el timbre y me apresuro a dirigir mis pasos al aula en la que me voy a examinar. He sido previsora y llevo conmigo la carpeta con mis apuntes (para repasar un poco antes) y el estuche con lo que me hace falta para el ex…
Espera… ¿Y el estuche?
-          ¡Oh!
-          ¿Qué pasa, Alex?
-          Chicas, lo siento, pero tengo que ir a clase antes de ir al examen. Me he dejado el estuche.
-          ¡Alex, si no apuras llegarás tarde!
-          Mónica, no te preocupes. Id yendo y decidle al profe que llegaré pronto.
Sabiendo que Mónica me cubrirá las espaldas con una de sus inmejorables excusas, me despido apresuradamente de mis amigas y echo a correr hacia mi aula, que, mala suerte, está en el último piso. Casi sin aliento, veo la puerta de mi clase. Echo a correr y la abro de golpe…
-          ¡AAAH!
¡Es él!
¡Y está tirado en el suelo!
***
En su despacho, Juan García, director del centro de enseñanza IES Blanquesía, se encuentra apoyado de codos en el escritorio, con la cabeza gacha, en un ademán pensativo. Como si de un acto estudiado se tratara, se levanta y mira por la ventana. Su mirada le permite ver al alumno que ahora le preocupa en una esquina del muro del recinto, con un vendaje en la cabeza y una muleta a su lado mientras contempla el cielo con mirada taciturna. Tiene sobre sus piernas un libro y parece totalmente absorto en sus pensamientos, ajeno a todo el ruido que le rodea.
-          ¿Qué puedo hacer contigo? – musita el docente, preocupado.
El caso de este chico es algo extremadamente delicado. Cuando habló por primera vez con él, hacía ya dos años, le había parecido un chaval muy maduro y simpático. Había llegado de fuera y se encontraba en su despacho para traerle el expediente que, por error, le había sido enviado a su domicilio en vez de al centro.
-          ¿Te preocupa estar solo? – le había preguntado
-          Mire, señor García, le seré franco y, quizá, poco modesto: allá dónde he estado, siempre me he encontrado rodeado de gente. Me ha costado abandonar lo que ya tenía, pero estoy seguro de que podré encontrar amigos aquí fácilmente.
Seguridad. Madurez. Simpatía. Inteligencia. Era increíble el aura que rodeaba a aquel chico. Tenía las cualidades de un líder nato.
Sin embargo, las cosas salieron mal…
¿La causa? Dependía de a quien le preguntaras. Chulería por su parte, grupos muy cerrado que no aceptaban más gente, una edad muy conflictiva para empezar de cero…
Juan García tenía la suya propia. Se le había ocurrido mirando ahora la mirada del chaval, su modo de cambiar a un gesto tenso cuando un grupo de gente de su clase se había aproximado a él de forma casual…
-          Eres demasiado maduro para tus años, Rodrigo, pero sigues siendo un joven. Un espíritu de viejo en un cuerpo de niño.
***
Sabía que mi hijo no estaba bien, pero jamás hubiera podido suponer esto.
Cuando recibí la llamada, sentí que el corazón se me encogía.
-          Se… se encuentra bien, pero le están haciendo un seguimiento para comprobar si hay presencia de huesos rotos.
-          ¡¿Huesos rotos?!
-          Lamento que esto haya sucedido, señor Castro. Por favor, vaya a la dirección que le he indicado. Le esperaré en la entrada del hospital.
No sé como reuní la fuerza suficiente para recomponerme tras tamaña noticia. Sólo sabía que tenía que hacer dos cosas: llamar a mi mujer y ver como estaba mi hijo.
El director cumplió su palabra y estaba de pie en la entrada del centro médico. Mi mujer prácticamente se abalanzó sobre él y, llorando, empezó a increparle que no hubiera podido evitarlo. La agarré y dejé que se abrazara a mí mientras Juan García me miraba a los ojos.
-          No sé exactamente qué ha pasado, pero intuyo que su hijo haya podido recibir una paliza. Créanme si les digo que, a pesar de todo, el azar ha sonreído a su hijo. En su clase solo se entró en toda la mañana en dos ocasiones: durante la primera hora, para dar una clase y tras el segundo recreo, momento en el que su hijo fue a por algo y en el que la señorita Alexandra Leira subió a recoger un estuche que se había olvidado. Si no llega a ser por ella, quizá no hubiéramos sabido de lo de Rodrigo ni a estas alturas.
-          Señor García, ¿sospecha usted quién puede haber sido?
El director pareció dudar un momento. Sin embargo, cuando me miró, una chispa de inspiración se había apropiado de su mirada.
-          Señor Castro, mis sospechas no servirán de nada. Pero créame que se de alguien que podrá mostrarnos quien lo hizo.
Cierto. En el AMPA se había hablado de ello en algún momento.
Cámaras de seguridad.

***
El muy hijo de puta se había ido de la lengua. Me apostaría los cojones.
Aún tengo grabada en la chota la primera vez que vi a ese niño de papi. El muy cabrón estaba hablando con Alex. ¿Cómo tenía huevos de acercarse a ella sin mi puto permiso?
Entonces me había acercado a los dos y le había dicho… ¿Cómo lo diría el maricón ese? ¡Ah, sí! “Pedido educadamente” que se fuera a tomar por culo. Y el muy chuparabos había tenido las narices de decirme que “no interrumpiera la conversación que tenía con la señorita”, usando un tonito de esto que le llaman… esteee… bueno, algo que rima con orgasmo. Lo peor de todo es que me quedé pillado y no pude ni cerrarle la boca a hostias, como el muy capullo se merecía…
Eso sí, le había costado muy caro ese instante de gloria. Ya lo dicen los carracas: puedes ganar la victoria, pero lo que importa es la batalla en la guerra en general… o algo así. Vamos, que me había asegurado de que al muy capullo no le quedaran ganas de dejarme como un acojonado delante de Alex.
Lo primero que hice fue recurrir a los chismes. Empecé a inventar cosas como que era un chorizo, un pervertido, que tenía cierto grado de subnormalitis… Bueno, eso último no es mentira, que cara de retrasado tiene. Lo mejor fue lo de ponerme a robar cosas de los demás y meterlas en su mochila. La cara de pasmao que se le quedó al ver aquel Iphone caer de su mochila molaba pa foto Tuenti.
También fue sonada aquella vez que logré meterlo con una bula en el baño de tías tras Educación Física. O la vez que había convencido a toda la clase de que le gastaran una broma de nada, cuando lo vi ya tan quemado. Esa vez fue la rehostia, porque estaba tan mosca que se lio a gritos con toda la clase y logré lo que buscaba: que se convirtiera en un margin.
Sin embargo, tuve que darle un pequeño “correctivo”… ¡Mierda! ¡Qué empiezo a hablar como ese chalao! Bueno, con mis cinco colegas derechos le metí unas buenas cuando vi que descubrió la “bromita” que mis compadres y yo le habíamos hecho en la mochila. Cuando dijo aquello de que “ya nos tenía”, pensé que debía “silenciarlo”. Y salió de puta madre.
O eso creía…
Porque… ¿por qué sino me iba a llamar Juanecho a su despacho?
***
Otra vez he caído a las zarzas. Pero esta vez, mi ropa está hecha jirones.
No recuerdo exactamente cómo fue. Lo último que tengo en mi memoria es encontrar el colgante de joyas de la profesora de castellano en mi mochila, escuchar su voz por detrás, girarme y recibir un impacto que parecía tener la fuerza de la misma Tierra.
Su puño.
Me tuvieron que dar puntos en la cabeza por una brecha que, según se supone, me hizo un fuerte impacto en la nuca. Además, me he fracturado el tobillo. Y siento el cuerpo como si un camión me hubiera pasado por encima.
Hace ya siete días de eso, y todo vuelve a estar como siempre. He tenido que estar alerta, ya que mis actores favoritos se han aprendido dos papeles nuevos: el de arrepentimiento y el de preocupación.
Sin embargo, estos dos años me han hecho aprender una lección…
No te fíes de nada.
No te fíes de nadie.
Ni siquiera de Ella.
***
-          No puedo evitarlo… Vosotras…
-          …no lo hemos visto como tú lo has visto. Ya, ya, Alex, si me conozco bien ese rollo, pero tú bien viste como todos le abrimos las puertas y cómo él pasó de todo.
Sé que Mónica tiene razón, pero algo en mi se resiste a dársela. Quizá sea amor, después de todo. O simplemente que me he obsesionado con ese chico, con buscarle un sitio.
Es que, a ver, por un lado es normal que te impresione, te preocupe y te de miedo ver a alguien tirado en el suelo, desmayado y sangrando, pero yo sentí verdadero terror. Además, tiempo después me di cuenta de que, en mi interior, me preocupaba… perderlo.
Cuando llegó a clase, a los tres días de la paliza, me sentí dividida. Por un lado, me alegraba mucho de verle en pie. Por otro lado, se me rompía el corazón al ver los vendajes que tenía en la cabeza y el pie, por no hablar de la muleta.
Todos en clase se volcaron con él. Siete se levantaron y trataron de ayudarle a acomodarse en su sitio. Sin embargo, él los apartó a todos y, con mucho trabajo, logró hacerlo todo solo.
En poco más de una semana en la que no le oí pronunciar palabra, volvió a estar solo.
Pero yo no me rendía.
***
Aunque todos se habían rendido y, al ver que su obra no me gustaba, recogieron el attrezzo y bajaron el telón, la protagonista de la obra no parecía querer cejar en su empeño de que yo me creyera su papel.
Ella seguía tratando de ayudarme todos los días. Me abría la puerta, aún cuando le decía que me dejara hacerlo solo. En clase, notaba el peso de su mirada sobre mis hombros, y no bien sonaba el timbre ella ya estaba cerca de mí, apartando la mesa y ofreciéndome su hombro de apoyo para que pudiera ir a la siguiente clase.
¿Por qué insistía tanto?
***
-          ¿Aún sigues en el papel de enfermera, Alex?
-          La esperanza es lo último que se pierde, supongo.
-          Voy a hacer que no he oído eso porque sé que sólo buscáis lo mejor para mi, pero chicas, dejadme hacer.
-          Pero chica, es que ya empieza a rumorearse que te gusta el rarito…
-          ¿Y que si me gustara Rodri?
Un rápido golpeteo que parecía alejarse interrumpió la conversación.
***
No. Es sencillamente imposible.
Acabo de escuchar que… que…
-          ¡No rompas tus propias reglas! – mascullo.
Dichosa muleta… Por culpa de su ruido seguramente me haya descubierto…
¿Y qué? Mejor, que sepa que la he escuchado. Así, cuando venga a hablarme para aclarar las cosas, le soltaré todo lo que pienso. Me da igual cuan elaborados sean sus nuevos guiones, no me dejaré engañar por las mentiras de ese teatro.
Sí, estoy decidido a no dejarme engañar…
Pero…
Entonces…
¿Por qué…?
¿Por qué estoy llorando de emoción?
***
Ahora o nunca. Si él lo ha oído, tengo que decírselo ya.
Aunque he echado a correr poco después de que empecé a oír el golpeteo de la muleta, lo he perdido de vista.
***
¿Qué hago?
Está ahí delante, pero sé que no me puede ver porque me he metido en una clase vacía y ella está en el pasillo.
Si quiero, puedo irme.
Pero…
***
Los nervios me pueden… Ahora, ahora que quizá podría al final decirle lo que siento por él, cara a cara, se va…
-          Rodri… ¡IDIOTA!
***
La oigo gritar… Y ahora parece que llorar…
***
No puedo evitarlo. Como sé que hay nadie en el instituto, ya que cuando habla con las chicas ya hacía que había tocado el timbre, me permito el lujo de llorar.
-          Dios… ¿por qué me he tenido que enamorar de ti?
***
¡Lo ha vuelto a decir! ¿Será… será verdad?
Entonces… quizá, quizá todo el teatro…
-          Oh, Dios… ¿qué he hecho?
***
A mí también se me caen las lágrimas
Y me hago un ovillo en el suelo
He sido tan tonto…
¿Cómo he podido pensar que él me quería?
Si me hubiera dado cuenta antes, las cosas podrían haber sido…
…diferentes. Tan diferentes… Él es…
..increíble. Sencillamente increíble que haya estado tan ciego…
…por amor. Todo lo que hecho ha sido por y para él. Y así ha acabado…
…todo por mi culpa.
¡Si tan solo…
…pudiera decirle…
…lo que le quiero!
Pero ya es tarde. Ella…
…no quiere saber de mí. Ni de mi ni de nadie…
Pero…
¿Y si me arriesgo?
Con decirle dónde estoy, podré hablar con ella.
A lo mejor aún sigue por aquí
Alex…
Rodri…
No, eso no vale…
Si no grito, no me oirá
-          ¡ALEX!
-          ¡RODRI!

***
Abro los ojos.
¿D-dónde estoy?
Ungh… mi tobillo
Vaya… sólo ha sido un sueño…
Por soñar, la paliza también podría haber sido soñada.
Sin embargo… ha sido tan real…
Pero… a pesar de todo… hacía años que no me levantaba de tan buen humor
¿Será una señal del destino?
Si la vida es un teatro, me elijo protagonista. Aunque sea solo hoy.
¡Decidido! ¡Lo haré!
***
Ocho y media de la mañana. Un día normal, en un instituto normal. Los alumnos de bachillerato van entrando. Caras de sueño, caras de mal humor y caras de angustia esperando resultados de exámenes contrastan con el buen humor que lucen otros por las mañanas.
Quizá el atento observador se quedaría, sin embargo, con las caras de un chico y una chica que, a pesar de venir de sentidos contrarios, muestran la misma expresión de decisión y nervios de aquel que sabe que va a dar un salto al vacío sin paracaídas.
Pasan al lado sin casi mirarse. Sin embargo, al ir a entrar por la puerta, parecen darse cuenta de la presencia del otro. Y, al unísono, tras un instante de vacilación…
-          ¡T-tengo que decirte algo!


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