7 de octubre de 2010

Dios, libertad, destino

El sabio conoce sus limitaciones. El que lo sabe todo y lo puede todo, solo posee las limitaciones que él se quiera marcar. Mas… ¿Por qué limitarse? Él no se beneficia en nada con eso. Y ahí está la clave.

La teología ha sido un tema que, aunque quizá no muy desarrollado en esta bitácora (Dios, cuando hablo así parezco culto y todo), creo que he dejado claro que suscita bastante interés en mi.

Hay una pregunta que los teólogos han tenido que afrontar desde siempre, y es la coexistencia de la omnisciencia de Dios y la libertad que tenemos los humanos. Es decir, si Él lo sabe todo, sabe también todo lo que pasará en nuestra vida, con lo cual es inútil pensar que podemos elegir, ya que todo está ya dicho.

A pesar de que mucha gente podría responder a ese problema mejor que yo, me atreveré a aportar dos modestas teorías: la auto- negación de la omnisciencia divina y la actualización constante del saber de Dios.


Uno de los dogmas del cristianismo es la existencia de un Dios que es Omnisciente (que lo sabe todo), Omnipotente (que lo puede todo) y Omnipresente (que está a la vez en todas partes). Ese Dios creó todas las cosas y, entre ellas, al hombre, a su imagen y semejanza.

Es decir, nos tenemos a nosotros (el homo ¿sapiens? No lo demostramos mucho.), seis mil millones de paisanos pululando por este planeta. Estamos hechos a imagen de Dios (en temas espirituales, se entiende). Somos libres.

Sin embargo, como ya explique más arriba, decir que alguien lo sabe todo y afirmar que somos libres es lo mismo que ver a al Monstruo de las galletas con una metralleta. No encaja lo cojas por donde lo cojas. Sin embargo, la función del filósofo es lograr que la metralleta dispara galletas o que nuestro amigo pasé su color azul al azul de los marines.

Yo, como intento de filósofo, he tratado de hacerlo y creo que, además de una jaqueca por hacer esfuerzos cerebrales que no acostumbro a acometer, he logrado dos “explicaciones” (si merecen tal categoría) a esta duda:

- En la primera, afirmo que Dios limita su propio poder de conocer para darnos libertad. Al ser Omnipotente, todo lo puede, incluido el hecho de “anular” su Omnisciencia. Es decir, Dios decide, para que podamos ser libres, negarse a saber nuestro porvenir. De esta forma, lo que hagamos no está aún decidido.

- Por otro lado (y aquí quizá podáis afirmar que tanto tiempo entre ordenador me ha freído la sesera), podríamos decir que la Omniscencia de Dios, en vez de basarse en conocer todo desde el principio, sea una especie de “actualización constante”. Es decir, Dios conoce todo en el momento que pasa. Vive y se adapta a nuestro concepto temporal para que podamos ser libres. El sabe que decisión tomamos justo en el momento en que la tomamos y no antes, pero por voluntad propia.

En cierto modo, es una variante de la primera, haciendo una mala comparación entre Dios y una base de datos con todo lo que existió y existe, que se actualiza para lo que está existiendo.

Sea como sea, estoy convencido de algo: Dios me ha hecho libre. Tomás de Aquino creía que ese ser libre se veía en la capacidad de hacer bien o hacer mal a nuestra voluntad. Yo lo veo en que no me fulmine por malgastar mi tiempo escribiendo estas “entradas” en un “blog” que trata de hacer “filosofía” contando con que “alguien” le preste “atención”.

2 comentarios:

  1. Vale, acojonante la entrada, gran reflexion sin lugar a duda

    Dios me ha hecho libre, una frase como síntesis de todo lo que has dicho antes y con la que también me siento algo indentificado

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  2. Genial, ¡me has encantado!
    Muy buena tu reflexión, más que un intento de ser un adolescente filósofo, yo creo que ya lo eres ;)
    Pasaré más a menudo, quizá tu te frías el cerebro, pero me lo freiré contigo.
    Love, Agus Azul

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