12 de noviembre de 2010

Dos poemas más a la colección

¿Acaso necesitan presentación?

Muera yo...

Muera yo,
mueran mis versos.

Poeta desconocido
en corpórea prisión encerrado.
Potencial ennegrecido
atrapado en un cerebro hormonado.

Ego que no surge,
que jamás será liberado.
Ser poeta no te urge,
o de eso te has sugestionado.

Muera yo, 
mueran mis versos.

Tu ser trata de resistir
ese buscar ser negado:
quieras o no te vas a convertir
en juntaletras apasionado.

Mas tu otra mitad se niega
a que por lírico seas recordado.
Tu ego poeta con sus lágrimas riega
el poema que jamás será mostrado.

Anónimo poeta avergonzado:
Mueras tú,
mueran tus versos. 


El arte de la poesía
 
El arte de hacer poesía
emula a veces la hipocresía.


El arte de hacer poesía,
el bello arte de rimar.
Como junta letras se describía
por aquellos que no oían su llamar.

Pero, ¡ay!, tu, pobre
poesía... ¿qué te han hecho?
De escribir lo gobernado por el pecho*            *símil: pecho = corazón
a expresar todo humano deshecho.

Y es que, a veces,
El arte de hacer poesía
emula a la hipocresía.


¡Nobles poetas de antaño!
¿Podéis responder mi llamada?
Recorred la barrera del metro y el año
y mirad en que quedo vuestra enamorada.

Ser poeta era gran
profesión, ejercida por sentimientos.
Mas ahora, ¡papel y viento!
Palabras escritas a tientos.

Y es que, hoy día,
Al arte de la hipocresía
se le llama, a veces, poesía

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