4 de mayo de 2010

Crónicas de un Hunter: Prólogo

Llevaba ya un tiempo con la idea de hacer un Fan Fic acerca del Monster Hunter Tri, y hoy por fin me he animado a escribir el prólogo del mismo.

No prometo escribir con regularidad, porque sé que no lo haré, así que simplemente os dejo el prólogo y os pido que me comentéis =3

Prólogo: La llegada


Querido Alexio:

He decidido escribirte después de todo este tiempo con el único propósito de tranquilizarte. Te conozco bastante bien y sé que te preocupa el hecho de que me haya ido tan lejos, a un lugar donde ni siquiera los más aguerridos guerreros o los más "fantasmas" del negocio se atreven a fingir haber llegado para ejercer.

Mi primera visión de mi destino fue en alta mar. Hacía pocas horas que había amanecido y pude contemplar, boquiabierto, el espectáculo que se alzaba ante mis ojos.

La isla tenía una belleza salvaje. Aunque no con mucho detalle, podía intuir la pradera central, en el valle formado entre la pequeña elevación que deja paso al acantilado del río y la enorme cumbre central. Además, los marineros me habían hablado de una fabulosa playa, aunque la adornaban con historias de visiones de enormes serpientes marinas y amenzantes pájaros gigantes.

Entre relato y relato, llegamos a nuestro destino y vi algo que me sorprendió aún más que la isla: Pueblo Moga.

En el momento no lo pensé, pero Moga era un eco de la propia isla. Si en la Isla Desierta (o Isla Moga) la conjunción de elementos marinos y terrestres era pefecta, Moga aldea también dejaba el listón alto. Usando una parte de la zona terrestre, madera de los bosques y una muestra de su gran capacidad de ingenieria, los moganianos habían logrado crear su aldea sobre un pequeñísimo acantilado. La superficie de tablas estaba construída de un modo que se escapaba a mi raciocinio: no se tambaleaba con el vaivén de las olas, no se hundía con el peso y, a pesar de estar construída casi a ras del agua... ¡esta no pasaba por los huecos de las tablas! Y todo sin columnas de soporte, sin redes... y con madera. Encima de tan sorpredente estructura, se veían numerosas chozas, del mismo diseño: paredes laterales de madera con pequeñas ventanas y techo de paja.

Desde la cubierta del barco en el que me encontraba, pude ver las maniobras de atraque, aunque seguía tratando de captar detalles de la isla y del Pueblo. Un poco más lejos del puerto donde habíamos atracado, había un segundo, que deduje que debía de ser usado por los pescadores debido a que una rolliza mujer pregonaba a voces las virtudes de las rojas agallas de sus atúnes. Aunque tampoco se le quedaba atrás una tendera que regentaba la tienda de ultramarinos, vociferando las rebajas en el precio de las setas.

Cuando concluyeron el atraque, me dispuse a bajar y a moverme un poco por la aldea, pero algo interrumpió mis planes...

Como si de un terrible monstruo que se despierta de un profundo sueño se tratara, la tierra rugió y empezó a moverse. Todo lo que estaba en mi campo de visión se tambaleaba. Oía gritos e, incapaz de mantener el equilibrio, caía rodando por la pasarela en la que estaba bajando y me di un fuerte golpe en la cabeza contra algo metálico que había en el puerto.


A pesar de lo aparatoso de mi particular accidente, no me hice demasiado daño y, tambaleándome un poco, traté de incorporarme, cuando una mujer me agarró de los brazos y me agitó fuertemente:

- ¡Cazador! ¡Ayuda a mi hijo! - gritaba - ¡Se ha caído al agua! ¡Y el Lagiacrus está cerca!

Lagiacrus... el simple hecho de oír ese nombre hacía que me estremeciera. Sabía que no podía con él. De hecho, nadie había logrado plantarle cara al Lagiacrus... y había vuelto entero para contarlo.

A pesar de todo, la angustia de la mujer, que, ante mi pasividad, parecía ir a tirarse al agua, me sacó de mis pensamientos. Decidí que, si lo pensaba mucho, no me decidiría, así que, cogiendo carrerilla a lo largo del muelle, salté al agua.

La sensación de silencio opresivo del agua me rodeo. Sin embargo, tenía que adaptarme rápido. Si podía oir al Lagiacrus deslizándose detrás de mi antes de que me atacara, mejor.

Giré sobre mi mismo impulsándome con piernas y brazos para tener una visual de la zona. Me acababa de dar cuenta de lo sorprendetemente limpia que estaban el agua y el fondo. Además, no notaba el dichoso escozor en los ojos por la sal, lo cual era síntoma de poca salinidad...

Pero bueno, no me enrollo más con despcriciones, Alexio. El caso es que busque al chavalín con la mirada. Lo localicé justo debajo de mi, aparentemente inconsciente, así que buceé un poco y me puse a su lado. Justo cuando me disponía a cogerlo...

- ¡ROARGH!

A mi derecha, desde muy lejos, veía una sombra moverse hacia aquí, aunque solo fue un segundo, ya que mi cerebro, lleno de pavor, me hizo llegar una clara frase... ¡Corre!

Agarré como pude al niño desmayado y, cuando lo tuve entre las manos, me giré y le pegué una patada al lecho de arena. Rápidamente, y aprovechando la cobertura de la arena que acaba de levantar, me impulsé hacia abajo todo lo que pude y, apoyando mis dos pies en el suelo, hice fuerza hacia bajo, con lo cual salí despedido hacia arriba.

Seguía oyendo los rugidos de Lagiacrus cuando alcancé la superficie, pero eso no logró en mi otra cosa que no fuera apurar aún más. No me había dado cuenta, pero, supongo que a causa de la marea, me había alejado unos metros del muelle de Moga.

Nadé agarrando fuertemente al chavalito, usando un solo brazo y mis piernas para ello. Nunca había nadado a tal velocidad, pero sabía que mi vida (o, mejor dicho, nuestra vida), dependía de ello.

Cuando apenas me faltaban unos centímetros para llegar a la costa, oí un nuevo rugido:

- ¡ROARGH! ¡FLASH!

"¿"Flash"? ¿Pero qué dem...?" Tuve tiempo de pensar mientras me giraba. Y lo último que recuerdo es un destello cegador y un gran dolor en mi abdomen...

*                      *                       *

Cuando desperté, ya no me encontraba en el agua, aunque tampoco podía visualizar lo que me rodeaba. Tardé un buen rato en darme cuenta de que lo que pasaba era que estaba sumido en una total oscuridad.

Me incorporé, pero en seguida lamenté haberlo hecho. Un agudo dolor cruzó mi abdomen y, cuando lo toqué con gesto de dolor, observé que llevaba unas vendas.

En ese momento era incapaz de recordar nada, así que hice lo único con sentido: dormir.

Vaya, el jefe de la aldea dice que el buque correo está esperando por mi carta para partir. Para acabar, quisiera decirte que ahora estoy como un toro, y que entre mis objetivos está el devolverle al Lagiacrus la cicatriz que me ha dejado en el pecho.

En fin, un saludo, hermano.

Hunter.

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