6 de noviembre de 2011

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Dedicado a todos los que estáis conmigo en el día a día, pero especialmente a mis compañeros de la FIC, que viven gran parte de esta locura conmigo ;)

Es de noche. ¿Y?
En mi casa no importa.
Hay movimiento. Siempre.
Ya que desde la más tierna alba.

Y es que mis sueño ya me dicen...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

A las seis de la mañana
suena mi despertador.
Pero algo en las sábanas
me devuelve al sopor.

Y una mañana más...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Salgo de casa de noche
y me voy a la estación.
Pero de palique por
el camino, ¡ay, Dios!

Y mientras miro el reloj... 

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Al final doy cogido el tren
y me cobra el revisor.
Pero el mercancías de siempre
retrasa la previsión.

Y del apeadero a la facultad...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Llego a clase puntual, como no,
con flato de tanta carrera matinal.
Y me entero al sentarme en la silla
de que el examen de I.B. es hoy.

Y es cuando me dicen mis apuntes...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Entra en clase el profesor
y ya tengo sabida la lección,
mas a causa de falta de previsión,
si t es el tiempo, t:=t/2.

Y con la mano agarrotada...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Acabo el examen con sensación
de que tan mal no fue. Satisfacción.
Mas llego tarde a la siguiente materia
en la que el profesor puntual siempre llega.

Y escaleras arriba...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Tomo asiento entre mis compañeros
y en poco tiempo aparece Floyd,
y mientras mi cerebro entre en sopor,
los minutos no pasan al mirar el reloj.

Y le digo al tiempo por primera vez...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Tras otra hora de teorizar,
al fin sonrío, pues toca almorzar.
En la cafetería, el mismo follón:
diez mil estudiantes con ganas de arroz.

Y el camarero me dice al ver que no pido...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Me empacho a contrarreloj
y bajo al bajo con mi ordenador.
Por enésima vez miro al reloj
y una vez más siento estupor.

Y a diez minutos de que acaben las tutorías...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Vamos al moodle, a por la lección.
Bajaré los apuntes del tema anterior.
Y pondré en cola el boletín
mientras repaso Programación.

Y le increpo a lo que descargo...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Se me ha ido la hora otra vez,
creo que de esta no llego temprano:
pasan ya de las seis y cuarto
y tengo que estar a las siete en teatro.

Y me despido de la facultad por hoy...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Llego justito a la estación.
El número catorce no da pasado.
Como no venga en medio minuto
llegaré tarde. Fijo. Seguro.

Y trato de decirle telepáticamente al conductor...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Las siete clavadas, y aquí estoy,
teatro Normal, empieza otra sesión.
Mas me entero de otro follón:
me van a pedir una representación.

Y trató de memorizar un nuevo papel...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Las nueve y cuarto, fin de la función.
Estoy agotado, iré a la estación.
No veo la hora de a a casa volver,
cenar y para cama, eso voy a hacer.

Y le pido al urbano una vez más...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Son las once y estoy en mi habitación,
mirando el correo, por precaución:
mañana toca volver a trabajar
y ninguna sorpresa me quiero llevar.

Y el wifi de casa es peor que el de la facultad:

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

Logro que cargue el correo
y me pongo el pijama, que hay sueño.
Mas de tanto movimiento, ya no quiere parar,
le pido a mi cuerpo que me deje descansar.

Y es que nos quedan seis horas para dormir...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

¿Cuál es de mi día la conclusión?
En pocas palabras, un carrerón.
Durmiendo, saludando, riendo y trabajando,
charlando, madrugando, planeando y trotando.

Y cuando mañana el poema vuelva a comenzar...

¡Corre! ¡Corre! ¡Siempre corre!

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