26 de febrero de 2012

Oda del girasol

Las grandes historias empiezan
en ocasos más allá del horizonte,
en las remotas aldeas idílicas,
con gentes de corazón fuerte.

Mas hay una historia oculta
en una playa resguardada,
en una noche sin estrellas,
en una manta en la arena.

No la conocí en un libro secreto,
ni la encontré por arte de magia,
pues algunas grandes historias
tienen como único secreto que son.

No la cantan extraños trovadores
ni está registrada en un incunable,
y a los ojos de la gente que me rodea
carece de mayor importancia.

Es la historia de un girasol.

Vivía en una verde pradera,
en lo alto de una montaña,
más allá de las nubes,
añorando siempre la playa.

El sol que la rodeaba
y la luna que le daba cobijo
no eran suficiente consuelo
para el suspiro de la fina arena.

Nadie entendía su afán.
"¿Por qué el girasol
quiere de la montaña bajar?"

A lo que siempre respondía:
"Alguien me dijo que
ese era el lugar".

Un día vino el viento
y escuchó su pesar.
Curioso, preguntó:
"¿por qué quieres bajar?"

Y el girasol repitió:
"Alguien me dijo
que ese era el lugar".

El viento era sabio y amable,
y se apiadó del girasol:
"Si tu anhelo es tan grande,
quizá te pueda hacer un favor".

Y sopló el viento
para la dulce flor,
la llevó en volandas
hacia donde nace el Sol.

(***)

Caminaba yo un día
por una playa al ocaso.
Me rodeaban mil tribulaciones,
que amargaban mi paso.

Llevaba el equipo de siempre:
la vieja manta raída,
la misma libreta roída,
y mi alma pesarosa.

A pesar de todo esto
en mi cara había una sonrisa,
pues al lugar al que iba
nada molestarme podía.

En un rincón en un acantilado,
donde la roca empieza a ser arena,
en un hueco, crecido por milagro,
tiene un girasol su casa hecha.

Extiendo la manta en el suelo,
con la cabeza cerca del girasol,
y mientras me acarician sus pétalos,
escribo poemas de amor.

"Mienten los ángeles
para mantener el control,
y mirar desde lo alto
el mundo en su esplendor.

Mas tan alto uno subió
que un día que resbaló,
fue tan dura la caída
que sus finas alas perdió.

Rápidamente se levantó,
tal y como le habían enseñado,
mas por perder su divina condición
mostró su cuerpo a un humano"

Garabateaba en las hojas rayadas
inspirado por la pequeña flor,
y un amor enamorado,
enamorado del amor.

Y cuando las lágrimas me llenaban
por un desenamorado desamor
sentía que como si con sus caricias
me intentara consolar el girasol.

No recordaba el día que empezó.
Quizá fuera una tarde paseando
cuando vi un resplandor dorado
girando en el suelo arenado.

Solo se que me sorprendía
el contraste de color
y que en la playa vivía
a pesar de la calor.

Y ahora aquí vengo siempre,
a este alejado rincón,
y pongo mi manta al lado
de este pequeño girasol.

(***)

Se ha apagado el Sol.
Me abrigo en mi chaqueta,
cojo la manta vieja,
y salgo como un ladrón.

A veces me gusta estar sola.
Poner mis pies en la arena,
mirar quedamente la luna llena
y olvidarme de mi caos interior.

Me gusta especialmente un rincón.
Un lugar donde la piedra se arena,
y la arena es compañera serena,
donde puedo ser realmente yo.

Es un lugar solitario y escarpado.
Un sitio que evita la gente
que anda buscando solamente
la belleza simple de una flor.

Eso es algo que nadie entiende.
Hermosa es la roca desnuda,
que habla con una lengua muda
de mensajes que ya nadie comprende.

Llegué a la playa. Vaya...
En el sitio al que me dirigía
ya hay una manta extendida
sobre la cual yace un cuerpo inerte.

(***)

Viajaba un día de verano el viento
refrescando a quienes tenían calor
camino a un lejano acantilado
para ver a su amigo girasol.

Lo encontró en la misma roca
dónde otrora lo había dejado
contemplando ensimismado
el destello del día cegador.

Saludó con sus caricias
a la pequeña y alegre flor
que rió entusiasmada
cuando en sus pétalos las sintió.

"Cuéntame que has visto
en este lejana playa, girasol".

"He visto, viento, nacer al amor".

(***)

Me despierto sobresaltado
en medio de la oscuridad,
confudido aún en sueños
alborotados cual tempestad.

La noche era aún espesa
cuando el sueño me abandonó,
decidí recoger mis cosas
y volver a mi habitación.

Echo la vista alrededor
y busco en las penumbras
los extremos de mi manta
y mi garabateado bloc.

Palpó mi mano el suelo,
y encontró un reloj.
Me recorrió un escalofrío,
¡un grito luego sonó!

(***)

"¿Has visto besos sin fin
y mares de pasión?"

"No, viento, he visto amor".

"¿Has visto abrazos al ocaso
y promesas de nunca adiós?"

"No, viento, he visto amor"

"¿Lograste ver en sus ojos
una mirada que todo cambió?"

"No, viento, he visto amor"

(***)

Me avergüenza mi chillido.
He debido despertarlo
cuando al suelo me he agachado
para leer este viejo bloc.

No sé por qué lo he intentado.
Mi caos es permanente
y mis acciones malamente
podré ahora justificar.

Le escucho preguntar.
No se que dice exactamente,
pero mi respuesta es evidente,
y le digo que a callar.

(***)

"¿Ni regalos, ni caricias,
ni paseos bajo el Sol?"

"No, viento, eso no lo vi yo".

"¿Y cómo sabes que es amor?"

(***)

Hace tiempo que quedamos
y hablamos por hablar.
Nos reímos y contemplamos
en silencio la mar.

A veces entre pausas
sigo escribiendo mis poemas
y ella moja en la orilla
los pies como una niña pequeña.

Me habla de sus canciones
y de las cosas que le gustan.
Me regala sus emociones
con las frases que las ajustan.

Sigo hoy dándoles vueltas
a como definir su yo...
Releo sus frases
buscando inspiración.

La miro de lejos pensando,
y devuelvo la vista a mi bloc...
¿Será acaso esta chica
sobre quién escribía yo?

(***)

Le lanzo una mirada de timidez.
Pongo las manos ante la boca,
lo miro desde abajo de reojo
y digo alguna memez.

Se ríe a carcajadas.
Sus vaciles me enojan
y cuando gana me sonroja...
Pero me hace sentir bien.

Es un chico extraño.
Escribe poemas de amor,
no le gustan mis canciones
y anota lo que le digo yo.

Aunque a veces siento miedo.
Cuando habla me sorprende
y cosas que dicen me convencen,
pues parece conocerme...

(***)

Quedaban los dos un día,
como solían quedar siempre:
el viento sus cabellos movía.
El girasol estaba presente.

No había risas aquel día.
Ni confesiones entre líneas.
Ella se mostraba enojada.
Él le correspondía.

Pasmo, enojo, sorpresa.
Dolor, rabia contenida.
Las voces son moderadas,
las emociones desmedidas.

Ahogan las olas la despedida.
Se vuelven separados a casa
sin darse cuenta de que, por ellos,
un resplandor amarillo lloraba...

(***)

Soplaba el viento
sin animar al girasol.
"¿Se siguien viendo?"
"Parece que no..."

(***)

Sabía que no...
Si supiera entenderme
esas palabras tan hirientes
no las hubiera escuchado yo.

(***)

Hace tiempo que no la veo
y se muestra esquiva al cartear.
Me envía mensajes incompletos...
Las cosas no dejan de ir mal.

No entiendo bien que ha fallado,
ni qué es lo que la ofendió...
Pero algo me ha quedado claro:
no es por quién suspiro yo.

Creí que había logrado entenderla,
pero el poeta se confundió...
No hay historia más incompleta
que la que le conté al girasol...

(***)

Y el tiempo pasó
sin que nadie lo detuviera:
ni ella ni el viento,
ni él ni la flor...

(***)

La vida ha cambiado mucho,
y también he cambiado yo.
Ya ni tenía en mi recuerdo
a la chica que cogió mi bloc.

Ha pasado tiempo desde entonces,
y ya he conocido al amor.
Sigo solo y sin pareja,
pero ahora lo entiendo mejor.

A querer en su justa medida
algún día tendría que aprender...
Por dejadez perdí a mi amiga:
¿me dejará volverla a conocer?

La veo otra vez a lo lejos...
Sentada junto al girasol.
La saludo por su nombre:
¡eh, rubia, aquí estoy!

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