25 de octubre de 2012

Al fin un rato muerto de verdad. Sin más agobios que los marcados por la sombra de los exámenes, allá en enero, y mis propias necesidades fisiológicas. Que me muero de hambre, vaya...

No tengo ganas de echar una partida, quizá ni tiempo. No hay nadie conocido con quién hablar. Claro, la gente a estas horas... ¡suele comer! Y ya he hecho todas esas cosas diarias que puedo hacer desde aquí.

Rutina...

Paseo mi mirada por ahí. Hay alguna gente, y algo de barullo, aunque nada demasiado impresionante. La facultad esta viva... gente de todos los cursos trabajando, riéndose, charlando o corriendo por aquí y por allá. Me he acostumbrado a esta vida, a estas paredes. Por primera vez, tengo un "hogar" académico. Un lugar donde, cuando estudio, me siento realmente como en casa.

...dulce rutina.

No siempre fue asi, claro. Aunque todo aquello me parece lejano, a veces irreal. Entre brumas puedo distinguir actos, personas y palabras que parecen haber quedado lejos... Que no volverán. O si. La vida da demasiadas vueltas como para decir A o B....

Todo tiene su tiempo. Todo tiene su por qué. Quizá más importante, todo tiene su para qué. No como algo real, como una característica inherente, sino como una sabiduría de la que tu percepción es padre. Nada es infinito, salvo nuestras propias ganas de serlo, y el Amor.

Soy como la cigarra que ha estado tantos años bajo tierra. Me dispongo a salir de mi hibernación, a romper mi crisálida, a ser aún más yo.

Un camino se abre ante mi. Lo seguiré. No me preocupa que me sigan o que dejen de hacerlo... cada cual debe andar sus caminos, y estos juntarán a aquellos que tengan un para qué en común.

Jo, qué hambre...

No hay comentarios:

Publicar un comentario