9 de enero de 2014

Romance de la Ocarina del Tiempo

Siempre quise ser un héroe,
como aquellos, los que veía
en aquellos juegos de video
a los que suelo jugar, y solía.

Quería ser el fuerte guerrero
y a la magia rendir pleitesía,
ansiaba encarnar a ese jinete
que a la bella princesa salvaría.

Adoraba ser preciso arquero,
y la estrategia también me iba,
y que no dudara nadie de ello:
a fontanero también me metería.

Tantos papeles encarnables
cubrían mis dulces fantasías
de chiquillo alegre y alocado
que solo pensaba en tonterías.

Seré hoy contigo sincero:
uno de ellos aún pervivía.
Quiero ser verde guerrero
de valor, poder y sabiduría.

Sentir en mis manos la espada
que al mal repele al blandirla
o quizá portar en mis dedos
poderosas piezas de joyería
en formas de antiguos amuletos
que a su portador protegían...

No soy ya un niño pequeño,
no me taches de chiquerías,
pero entiende mi contento
al portar hoy su ocarina...

La ocarina que el héroe usaba
para controlar la noche y el día,
o que cuando las notas sonaban
los corazones calmar podía...

La ocarina que el héroe tocaba
para llamar a las fuerzas amigas,
en suplicante ruego, aliada Tiempo,
que más horas le concedería...

La ocarina que para el héroe era
símbolo claro de gran hombría,
pues la Melodía simbolizaba
el paso del tiempo de las niñerías...

Es la legendaria Ocarina del Tiempo
la que inspira hoy estas burdas rimas,
romance de un burdo y baldío bardo
a esta, la cerámica de coleccionistas...

Pasado y presente, futuro y melodías,
juegos antiguos y presencias queridas
doy las gracias a las Diosas de Hyrule
por el regalo que ellos dos me envían...

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