2 de marzo de 2010

Asunto: Desesperado

Últimamente he estado leyendo un libro de Manuel Rivas, un excelente autor gallego. Dicho libro, "Que me queres, amor?", está basado en relatos breves de distinta temática. Uno me ha llamado especialmente la atención: "Só por alí", en el que hablan de un joven rebelde que trae de cabeza a sus padres, causándoles muchísma angustia.

Yo me he decidido a hacer mi propia versión de ese relato, pero pensando en cómo se sentiría un chaval en plena adolescencia y con unos padres que le hicieran la vida imposible. Al final he llegado a este relato en formato e-mail, al que he llamado "Asunto: Despeserado".

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Asunto: Desperado



Hola. Ni siquiera se si finalmente te enviaré esto, pero necesito escribirlo para sacar todo lo que llevo dentro ahora mismo y no acabar echándolo en contra de su causante... aunque creéme, en el fondo desearía que ella estuviera aquí, que leyera estas líneas y que me las echará en cara. Así al menos tendría un detonante para vencer mi estúpida cobardía y enfrentarme a ella de una vez.


Hoy he llegado de mi primer día en el ciclo bastante contento. Ya se que vosotros considerábais mejor que hiciera una carrera, es decir, que me pusiera a estudiar bachillerato, pero a mis dieciocho años he comprendido que los estudios y yo nunca nos llevaremos bien... El ciclo de mecánica era mi mejor opción.


Total que no llevo ni una hora en casa y ya me ha echado la bronca por todo, lo que hago y lo que no. Estoy hasta las narices. No se que le pasa últimamente, pero solo la veo cabreada, haga lo que haga. Aunque me esfuerce al máximo, el mínimo defecto provoca una explosión de ira de la cual siempre acabamos siendo blanco. Me enveneno al moderme la lengua para tratar de evitar que deje de hablarme, pero ya no puedo más. Ya no quiero aguantar más. No es normal que a mi edad me siga tratando así.


Estoy pensando que, quizá, deba darle un susto para que se empiece a dar cuenta de que con sus broncas injustificadas, sus formas de tratarme y sus arranques de ira lo único que logra es frustrarme, deprimirme, agobiarme. Cada vez que oigo que me llama solo se me ocurre pensar "¿qué coño habré hecho ahora?". Le intento explicar por qué no doy hecho bien algunas cosas, pero no me escucha, ni siquiera cuando se lo digo al día siguiente de la bronca. 


Por ponerte un ejemplo, hoy me ha reñido... ¡porque una manga de mi chaqueta de gala estaba mal puesta! Dice que tiene que formar un perfecto ángulo de 45º, y que no debe doblarse hacia adentro. Dice que está harta de tener un hijo que no la escucha, que solo busca mil y una formas de herirla. Y cuando coge carrerilla ya sabes como es... No hay nada que la pare. Al final, me acaba hiriendo a mi, que ayer mismo, aprovechando que no estaba en casa, hice limpieza y orden del armario.


Otro caso es el del orden en mi habitación. Para ser un chaval adolescente, siempre trato de tener todo ordenado: el escritorio sin cosas esparcidas, la cama hecha, la ropa ordenada... Sin embargo, hoy no me ha sonado el despertador y, tras coger las llaves de la moto, le he dado un beso, disculpándome por no recoger la habitación y prometiéndole ordenarla a la vuelta. 


Cuando he llegado, todo estaba recogido y toda su ira reunida. "Vago", "imbécil", "inmaduro"... Eso ha sido lo más suave que me ha llamado.


Mañana, como ya te conté, tengo una especie de prueba (puedes llamarlo "examen"), lo cual me obligará a desplazarme hasta el centro a las ocho de la tarde.


Como bien sabes, solo salgo los sábados y siempre procuro llevar el móbil para dejarla tranquila (tiene narices que siga pensando en su bienestar a pesar de todo).


He pensado que quizá mañana, después del examen de la noche, seria mejor no volver a casa. Quizá el que este unas horas o unos días fuera la tranquilice. Ya he alquilado habitación en un motel cercano al centro.

Se que es algo bastante infantil por mi parte, pero por una vez me gustaría verla preocupada por lo que me pueda pasar y no por lo que le pueda a las paredes de mi habitación, por daños a mi persona en vez de por daños a los azulejos del baño, por mi tranquilidad en vez de por la suya.


Pero que digo... si me conozco. En unas horas habré olvidado todo esto. Sin embargo, el daño sigue ahí, como una espina. Te acostumbras tanto al dolor que no lo notas hasta que te la desclavan para luego hundirla en lo más hondo de ti.


Algo va a pasar. Acabaré explotando o me acabaré yendo. Ya lo dijo alguna vez cabreada, sin pensarlo, que se iba ella o me iba yo. Creo que tocará que un servidor se retire, baje el telón y de por acabada la obra...


Espero llegar a volver a verte, lo cual sé que dependerá de lo rápido que te deje volver tu jefe de Canadá, ya que tú sabes consolarme y mediar entre nosotros, y probablemente evites mi siguiente paso. En caso de lo que no lo logres, ten por seguro que pensé en ti en mis últimos momentos...

Querido papá, dile a mamá que, ante todo, siempre la quise, a pesar de lo mal que me ha tratado.

Un saludo de tu hijo.

Carlos.



P.D: si en este barrio para cuando llegues, prometo llevarte al lugar que te dije en el monte... si me prometes que iremos solos.

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