24 de marzo de 2010

La lucha contra Kronos

Tras todo este tiempo sin poder escribir, os traigo no la entrada prometida, sino mi último relato.

Aviso que es bastante enrevesado... Pero no explicaré nada a fin de obligaros a comeros la sesera.

En fin, sin más dilación, La lucha contra Kronos.


-          ¡Creto! ¡Por aquí!
Corremos por el largo pasillo, jadeando por el cansancio de una lucha contrarreloj que ya ha durado meses. Meses de angustias, de esperanzas frustradas, de tensiones sin liberar.
-          ¡Voy!
Mientras veo tu nuca poblada de enmarañado y rizo pelo negro y mis piernas siguen moviéndose automáticamente, me doy cuenta de que me está volviendo a pasar. Desde que hemos llegado aquí no he podido parar de pensar en el pasado y en nuestro incierto futuro… Sobre todo en ese primero. Es decir, si nos viera cualquiera de los que nos conocieron en nuestra antigua vida… ¿reconocerían en nosotros a los jóvenes Carlos e Isaac?
Después de todo, cuando salimos de Madrid para aquel viaje, tú y yo ni nos conocíamos. Yo era un estudiante de derecho y tu sueño siempre había sido dedicarte al periodismo. Vivíamos en puntos distintos de la ciudad. Tú eras de clase acomodada, mientras que yo era un chaval como cualquier otro. Éramos el agua y el aceite, el día y la noche, el joven que corría por todo el aeropuerto buscando dónde facturar su maleta y el elitista pasajero de primera clase.
Y, sin embargo, hubo algo que pudo conseguir la imposible mezcla….
Ella…
Carolina.
-          ¡Ícaro!
Mi mente vuelve conmigo y, desorientado, veo que te has girado. Tu cara, con esos ojos azules que ahora arden como el fuego y esa nariz prominente por la que resbalan gotas de sudor está puesta sobre mí, expectante.
-          Es aquí, Ícaro.
Con una calma que me resulta sorprendente, asiento y, aunque sé que no es el momento, no puedo evitar preguntártelo:
-          Oye, Creto… ¿Recuerdas como empezó todo esto?
No necesito que respondas, Creto. Tu mirada angustiada habla por ti. De nuevo, el pasillo se difumina y abre la puerta al corredor de la memoria…
Me recuerdo a mí mismo, nervioso por la perspectiva de mi primer vuelo, facturando en la T3 de Barajas. Sé que el viaje era a Atenas porque allí empezó todo, pero ya no recuerdo por qué me iba de mi querida España.
Tras pasar por los controles, iba a subir al vuelo cuando apareciste. Te me presentaste completamente trajeado y hablabas por un móvil. Recuerdo que por la cabeza se me pasó el adjetivo “pijo” nada más verte, y alguno más fuerte cuando me empujaste porque “obstruía el paso”… ¡Quién nos iba a decir que ahora seríamos compañeros de fatigas!
Cuando salgo de mis ensoñaciones, me doy cuenta de que hemos seguido avanzando y que una enorme puerta de madera nos cierra el paso. Unas letras en la puerta rezan
Κρόνος Krónos
Nos miramos, conscientes de lo que este momento significa. En silencio, ambos abrimos la puerta.
Al poco de llegar a la capital griega, saliendo a dar una vuelta por la ciudad, la conocí. No recuerdo exactamente el lugar ni la fecha, pero a ella podría describirla con todo detalle. Su cabellera rubia sobre los hombros, su cara fina, sus verdes ojos, su estrecha nariz, sus carnosos labios. Su blusa blanca con pantalones cortos granate, sus sandialas rojas.
Y, hablando con ella, estaba él. El mismo pijo borde que me había empujado en el aeropuerto. Charlaban animadamente, y yo me moría de celos por no ser el escogido…
Tras tanto tiempo sin estar en contacto con la tecnología del mundo moderno, me ha sorprendido que en este lejano templo griego esté semejante sala. De planta circular y paredes metálicas, las luces blancas le daban un aire a laboratorio u hospital. Una enorme pantalla cruza las tres cuartas parte de la circunferencia, mostrando todas ellas lo mismo…
-          ¡Contadores!
Empecé a conocerla cuando me enteré de que trabajaba en un bar cercano a mi hotel. Iba a menudo a tomar algo y hablar con mi adorada camarera. Supe que se llamaba Carolina, que tenía cuatro hermanos, que era huérfana de padre y que era coleccionista de relojes.
Un día, cuando ya teníamos algo más de confianza, me llevó a su casa para mostrarme su increíble colección. Con orgullo, me enseñaba distintos modelos y, entre risas, me comentaba que ella podía afirmar que tenía el tiempo bajo su control con su colección.  Nunca he sido demasiado aficcionado a los relojes, pero he de reconocer que me llamaron poderosamente la atención los suyos. Ilusionada, me dijo que esperaba la llegada de un raro modelo, que le había comprado a la empresa "Κρόνος Krónos".
Veo que estás estupefacto, querido amigo. Lo entiendo. Nosotros esperábamos encontrar a un hombre, a una figura humana, a algo vivo, pero no esto. Los miles de millones de contadores que cruzan la pantalla muestran reducciones de números de distinta magnitud. Hay contadores que muestran caídas de números de varias decenas de ceros, mientras que otros muestran simplemente miles. Incluso hay uno a la derecha que marca tres… dos… uno… Y muestra un mensaje en su lugar:
-          ¡No puede ser!
Mi pesadilla empezó aquel día de invierno.
Había quedado con Carolina para cenar cuando, de repente, recibo una llamada de su padre al móvil. Una llamada que me cambió tanto la vida como el conocerla a ella.
No tuve ni tiempo de despedirme de él. En cuanto oí las fatídicas palabras, salí corriendo del parque en el que estaba. No me molesté en buscar un taxi, simplemente dejé que mis piernas me llevaran a toda velocidad, tal y como he estado haciendo en los últimos tiempos. Aunque, en este caso, el destino no era una cueva perdida o la búsqueda de la casa de un soplón, sino un hospital.
-          ¡Los contadores...! ¡La clave está en los contadores, Creto!
Rápidamente, nos ponemos a trabajar en el ordenador. Dejamos que la intuición que tanto nos ha ayudado en nuestros periplos guíe nuestros dedos.
Mientras tanto, el omnipotente mensaje permanece en la pantalla: “Año 1150 A.C., día primero del año, primera hora de la tarde: llegada de los viajeros Carlos Creto y Isaac Ícaro”.
Cuando llegué allí, lo único que encontré fue alimento para mi angustia: los médicos de la UCI me aseguraban que Carolina estaba perfectamente salvo por un pequeño detalle: el coma profundo en el que había caído de forma espontánea.
Apoyado en un cristal que estaba en una de las paredes de la habitación de mi amada, observaba su lento respirar… y en esto sentí una presencia a mi lado.
Ahí estaba él de nuevo. El pijo.
-          No me puedo creer que esto lo controle todo… ¿Dónde está él?
Te oigo, pero no te respondo. Yo también estoy asombrado, pero no podemos dejar de trabajar si queremos llevar nuestra misión a buen puerto.
¿De qué serviría todo nuestro esfuerzo si ahora no salvamos a Carolina?
Nunca me había sentido tan identificado con un tío hasta ese momento, en el que conocí realmente a Carlos. Los dos, hundidos por la fatalidad. Los dos, juntos por una adversidad. De rivales a compañeros por su ausencia.
Me sentía atormentado, sin ganas de vivir. Y tú te sentías igual. Y, curiosamente, los dos juntos no nos sentíamos peor. De ahí que él llegara y nos viera a los dos sentados en la sala de espera, hombro con hombro, lágrima con lágrima.
-          ¡Es increíble! ¡Ícaro, mira los contadores a tu derecha!
Clavo la vista hacia donde me acabas de decir, pero no veo nada raro. Simplemente, son contadores.
De repente, antes de que pueda preguntar, me mandas callar. En la pantalla, uno de los contadores llega a cero y se muestra el siguiente mensaje: “Año 1150 A.C., día primero del año, cuarta hora de la tarde: muerte del griego Kratos Pratóstores”.
Sin dirigirnos una sola palabra, empezamos a trabajar en esa sección lo más rápido que podemos.
Un vagabundo de elevada edad, eso era lo que él parecía. Y, sin embargo, sus palabras cambiaron totalmente mi percepción sobre él: “yo puedo ayudaros a salvarla”.
Si esas palabras ya nos dejaron estupefactos, mi sorpresa fue mayúscula segundos después: “Kronos es el responsable.  Se ha vengado de ella por tratar de dominarle. Podéis salvarla si encontráis el reloj que marca su tiempo de vida en el viejo templo del tiempo y lo paráis"


"¿Y qué hay que hacer para llegar a ese templo?"



Nos lleva bastante tiempo comprender como funciona lo que hemos bautizado como Kronos de la Vida. Ninguno de los dos ha sido nunca de informática y la última vez que vi un ordenador será dentro de más de 3000 años...


"¿Viajar en el tiempo?". Recuerdo que eras bastante escéptico con la idea, pero una chispa de esperanza iluminó tu mirada. Después de todo, en casos desesperados...

Seguimos al viejo, los tres en constante silencio. Salimos del hospital y empezamos a andar por mil calles hasta llegar al túnel que cruzaba a diario para ir de mi hotel a ver a Carolina.

"Hemos llegado".

De repente, te veo teclear con furia. 

"¿Por aquí vamos a viajar a la antigua Grecia?"

En la pantalla empiezan a aparecer fechas a altas velocidad. Los años avanzan de 50 en 50 desde nuestra fecha actual.

"¿Y por qué no?"

Ya hemos llegado al año 0 . Y los números avanzan sin parar.


"Recordad todo lo que os he dicho, Ícaro y Creto. Pensad que corréis el riesgo de que Isaac y Carlos desaparezcan para siempre si fracasáis."


Cuando el contador marca el año 1000, noto que te empiezas a poner pálido. Creto, yo también estoy nervioso, pero no soy quien de decírtelo. Las palabras no salen de mi boca.


"Aceptamos el riesgo, viejo, pero dinos como te llamas"

Año 1500 D.C.


"Mi nombre es Κρόνος Krónos". "Os espero en mi templo".

Año 2000 D.C.

Cuando tratamos de dirgir una mirada al anciano por sus extrañas palabras, un coche salió del tunel, a gran velocidad, directamente hacia nosotros...

Año 2010 D.C.

Y lo siguiente que recuerdo es aquel monte sobre el que se veía la ciudad de Atenas, la vieja Atenas, la capital de la cultura de la antigua Grecia...

- Creto, ahí...

Estamos los tres juntos. En una esquina, entre miles de cronómetros. Ella en el medio, yo a su derecha, el a su izquierda.

Y, entre el horror de ambos, nos damos cuenta de que los tres cronómetros van simultáneos, que marcan la misma cifra: 15.

Recuerdo el tiempo que pasamos tratando de adaptarnos a ser quienes éramos ahora. Creto e Ícaro tenían que dejar de ser Carlos e Isaac para lograr su objetivo.

14. Los dos, desesperados, empezamos a teclear, buscando un modo de parar los cronómetros.

Recuerdo la sorpresa que nos llevamos al llegar y observar que entendíamos a las gente como si hubiéramos hablado griego toda la vida.

13. De repente, siento una extraña sensación de terror que nada tiene que ver con los contadores...

Recuerdo la primera vez que vimos un ritual para adorar a Kronos. Tratamos de preguntar a todo el mundo por un templo al Dios, pero nadie nos supo dar señas...

12. Entre mi nerviosismo, tengo la sensación de que me olvido de algo. No tengo tiempo para recordar el qué...

Recuerdo cuando una voz misteriosa, salida entre la multitud, nos aconsejaba cesar en nuestros intentos, que él no se responsabilizaba de lo que nos pudiera pasar...

11. Olvido todas las sensaciones anteriores al lograr vislumbrar lo que puede ser la manera de salir del entuerto.

Recuerdo cuando encontramos a Kratos, el soplón, el cual nos habló de Filokronos, una misteriosa asociación que perseguía encontrar el mismo lugar que nosotros...

10. Un agudo dolor recorre repentinamente mi cuerpo y salgo despedido, chocando contra la puerta que tengo detrás.

Recuerdo cuando nos colamos en la base de Filokronos y que logramos robarle un mapa que decía como llegar a un templo de manufactura griega en honor al Dios Kronos...

9. Te levantas a socorrerme, mientras gritas algo que no logro entender. Creo que me he roto varios huesos, pero mi desconcierto acerca de lo que ha pasado me impide pensar...

Recuerdo nuestra captura, el asalto de los guardias de Filokronos en la noche, la cuchillada que recibiste en el vientre...

8. Cediendo al dolor, cierro los ojos mientras te oigo gritar.

Recuerdo la semana que estuviste al borde de la muerte, sin más personas que ayudarte que yo debido a que en Atenas nos buscaban por un asesinato que nunca llegamos a cometer...

7. Abro los párpados y mi miedo se acrecenta al verte tirado, con un hueso saliéndote del brazo, la cara ensangrentada y la pierna derecha en un extraño ángulo.

Recuerdo como tuve que arrastrarte por mitad del monte para huir de los guardias que nos buscaban mientras tu insistías en que te dejara, en que me salvara yo...

6. Me doy cuenta de que sólo quedo yo. Haciendo el que sé que será mi último esfuerzo, empiezo a arrastrame cara al Kronos de la Vida.

Las imágenes empiezan a pasar difuminadas por mi mente debido a la pérdida de sangre...

5. Tengo que lograrlo...


..si no corro más llegaré tarde a la cita con Carolina...

4. Sólo un poco más...
.."¡No te rindas, Ícaro! ¡Corre! ¡El templo ya está aquí!

3. No voy a llegar...
...¡Que rabia! Voy a perder el vuelo por no facturar a tiempo

2. Un paso más y ya...
..."Os espero en mi templo"

1. Estoy frente al ordenador. Sólo tengo un segundo para decidir si salvo mi vida, la vida de Creto, o la vida de Carolina...
..."Kronos es el responsable".

0. ¡P-pulso este botón!
...

La sala queda en silencio. Tanto que se puede oir un eco de pasos en el exterior.


Un hombre alto, de poblada barba blanca, desaliñado aspecto y con ropas raídas  de vagabundo entra en la sala.  


Al entrar se encuentra un hombre frente a él. Sangra de forma abundante, manchando el teclado del ordenador que tiene frente a él. A su izquierda, tumbado en el suelo, hay un hombre destrozado. Como si les hubiera pasado un coche por encima.

Sin hacer mucho caso al macabro cuadro que se erige ante él, el hombre camina hasta la pantalla. Aparte el cuerpo Ícaro de un manotazo y observa, asombrado, que todos los contadores en la pantalla se han parado, incluído tres en una esquina cuyo marcador se sitúa en 0.


Un mensaje en la pantalla reza lo siguiente: "Esta es mi lucha contra el tiempo. Yo te desafío, Kronos, al igual que ella te desafiaba con sus relojes".


El hombre sonríe. Así que, finalmente, alguien había logrado retarle y vencerle con éxito...


Ocupando un asiento frente al ordenador, el hombre comienza a teclear algo a toda velocidad. A medida que sus dedos se deslizan por las teclas, la sangre empieza a volver a los cuerpos. Los huesos se reconstruyen, las heridas se cierra, los hombres desaparecen.


Finalmente, el hombre se va, dejando un único mensaje en el monitor: "Este es el regalo para los que desafían a Kronos".

Abro los ojos y me encuentro acostado en una cama de lo que parece ser un hospital. He tenido un extraño sueño, del que recuerdo haber pulsado un botón que parpadeaba...

Además, también recuerdo haber visto a un hombre alto, muy alto, de barba blanca. Su cara me resultaba extrañamente familiar...

Sin embargo, todas esas sensaciones se mudan por unos terribles celos al ver a mi amada Carolina de la mano de aquel pijo cuyo nombre no recuerdo...



-Bueno, no tengo por qué preocuparme. Ahora, al menos, tengo tiempo.



 

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