Me doy cuenta en cada paso
de que si erro es en lo mismo:
entre telones me ensimismo
con ausencia en la tez.
Soy amante de suspiros:
me gusta situarme en el abismo
y herirme con sadismo,
arrancarme a tiras la piel.
Mas lo miro y no me tiro:
que no cunda el alarmismo,
pues no es lo mío el alpinismo
y en el teatro está mi placer.
No hay emoción como la creada,
nacida de extremismo e intimismo,
puro inconformismo y victimismo
encerrado en mi mente.
Mas nunca busco herir,
pues solo pretendo con malabarismos
cubrir algo de mi egocentrismo
y tratar de hacerte sentir bien.
Supongo que al final
solo me queda el optimismo
ante esta mezcla de masoquismo
y amagos de buena fe
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