A veces siento
que mi cuerpo zozobra
preso de tormentas
causadas en mi pensamiento.
Y en esos momentos
reflexiono, y me detengo.
Busco en mi interior
un puerto seguro.
Mas no siempre hay faros
ni guías en el horizonte.
Y te ves obligado a luchar
contra el mar con tus manos.
Da igual si te proteges
ante amenzas del norte,
pues de los otros tres puntos,
en la cardinalidad hay peligro.
Y es imposible cubrirte
ante toda amenaza.
Y por eso paro, y respiro.
Trato de mirar lo que me rodea,
y oigo un sonido lejano.
¿Me llama? ¿O es fantasía?
He de comprobarlo...
Y me lanzo entre las tormentas
buscando puerto seguro
para llegar a una compuerta
que de mi destino es puerta.
Y llego a nuevos diques
hablando con nuevos capitanes,
de lejanos navíos
y de hermosas bahías.
Y abro los ojos,
porque me rodea lo de siempre:
pues mi mar interior
no esta en el exterior presente.
Y es que tanta agua...
Tanta tormenta...
Tanta estrella...
Tanta bahía...
Tanto navío...
Tanto capitán...
Son solo simples metáforas
de la vida vivida,
de idas y venidas,
de atraques y partidas.
Mas siempre, siempre,
la mar ahí me espera,
deseando que me embarque
en mi personal travesía.
En aguas del pasado
con destinos del futuro.
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