15 de agosto de 2012

Réquiem por los lazos rotos

Veo ya al difunto en el que agoniza...
Son claras las conocidas señales. 
No es errado el triste designio,
pues el predicado sino se cumple.

Que no os ciegue el pasado
con vanas e ilusas ilusiones,
pues los pactos del ayer
son los fracasos del hoy.

¿Dónde han quedado los muros?
Ocupando el lugar de los cimientos,
de las bases que nunca existieron,
y rompieron lo que sólido parecía.

¿Dices ver lágrimas en los rostros?
Yo veo hipocresía y mentiras.
Veo lamentos por un moribundo
al que no asistieron cuando enfermó.

¿Me acusáis a mi de dejadez?
¿De no llevar ropaje de luto?
¿De la ausencia de lágrimas?
¿Del desdén que os muestro?

¡Falsos déspotas y perjuros!
¿Acaso no os disteis cuenta?
¡Cuánto hace que me despedí
de la calidez de ese espejismo...!

Ya he llorado mis lágrimas.
Ya he ido de negros trajes.
Ya he luchado mis luchas
y las de los que no luchaban...

Ya he hecho todo lo que pude.
Lo que quise, lo que debía.
Y lo que me dejaron, claro.
Fue poco, pero simbólico...

Me iré sin escuchar calumnias.
Basta de falsas máscaras.
Este teatro se acaba aquí,
pues el grupo se deshace.

2 comentarios:

  1. Tal como existen amores que matan, hay amistades que aplastan dejándonos perplejos y dispuestos a refugiarnos en la más absoluta y bendita soledad. Así nos vemos a veces obligados, en pura autodefensa, a traicionar a personas bienintencionadas, provistas de la mejor voluntad del mundo. Sin duda, un acto de execrable pero necesario egoísmo. Todos conocemos el placer de compartir nuestras enmociones con los amigos de confianza, pero la experiencia nos ha enseñado a ser prudentes en ese aspecto. Nada más lejos de nosotros que imponer nuestra voluntad a nuestros próximos, o al revés, someternos a la voluntad ajena. Nadie debe ser profeta en ninguna tierra, y no tenemos, desde luego, ningún afán de actuar como misioneros de nada en nuestra vida. Cada uno de nosotros ha encontrado, con suerte y por instinto, su camino, y difícilmente se nos puede alejar de él. Ya no es la curiosidad lo que nos mueve, y si surgiera algún fenómeno de valor en nuestro camino, como todavía ocurre, aunque con poca frecuencia, sabríamos encontrarlo solos, sin apenas ayuda. Por otra parte sentimos como algo casi milagroso cuando coincidimos plenamente con nuestro entorno, y es en este aspecto que las auténticas amistades son raras y no se pueden ni se deben forzar.

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  2. No intentes detener al árbol en su crecimiento

    no intentes evitar que el rio alcance la mar

    deja que tus lágrimas fluyan serenas

    deja que las cosas sucedan.



    Sucede lo que tiene que suceder,

    lo inevitable no lo puedes detener;

    no te preguntes nunca "¿por qué?"

    preguntate mas bien "¿para qué?"

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