5 de agosto de 2012

Respuestas

Las respuestas a veces están donde menos las buscas. En un papel viejo, en un libro en tu mesilla, o en un correo que, para más inri, lleva por asunto "Una vez más, ¡qué curiosa coincidencia!"...
Si algún amigo se siente mal por mis elecciones, debería replantearme si es sincera su amistad. Si existe un vínculo en el que podemos ser y sentirnos libres y autónomos, sin condicionantes, es en la amistad.
Dice ese correo que "todo lo que no dije en el momento concreto se instala dentro de mi y me genera un malestar, tanto físico como psicológico".
Es preciso poder volar para elegir cuando volver al nido. Si mi amigo no entiende que quiera volar, quizá debemos separarnos, pues no somos peregrinos del mismo camino
Pero, ¿sabes qué? ¡Volar es fácil! ¡Lo difícil es ser quien se queda en el nido! Porque no se si te das cuenta... pero cuando tu vuelas, le exiges al otro que no lo haga, que espere tu llegada... y quizá deberías pensar que el otro tiene tanto derecho a irse como tú. Que quizá las cuatro paredes donde lo abandonas no sean su nido... que quizá él haya perdido los motivos para esperar.

Que quizá, si las cosas no cambien, él también tenga que volar.

¿Me entiendes...?

Quien tenga oídos que oiga... pero que no oiga lo que quiera escuchar. Que oiga lo que digo. Y que me lo oiga decir a mi, y no a quien diga que dije.

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