3 de noviembre de 2009

El otro lado de la Navidad

Este relato es uno de los que más me gusta de los que he escrito y me hizo ganar un primer premio de concurso. Por si fuera poco, Sporky lo ha valorado con cinco "Oinks" de oro... Así que debe de ser regularcillo =D

Bueno, sea como sea, este es mi blog y aquí me rasco la entrepierna puedo publicar lo que quiera, así que os tragáis mi relato =D.
El otro lado de la Navidad.

Sopla un viento helado. En los escaparates de la amplia calle se empiezan a apagar las luces. Se oyen voces deseándose felices fiestas y entonando canciones navideñas con alegría. Tras eso, silencio, interrumpido solo por los silbidos de la naturaleza que se cuelan por los agujeros de mi ropa y me hielan hasta la sangre.

Sigo moviéndome para entrar en calor. El abrigo negro que encontré ayer está bastante entero, pero me queda muy pequeño y sigo teniendo frío.

Me cuesta más de lo que pensaba, pero llegué. Una rica empresa ha decidido habilitar un comedor para que las personas como yo comiéramos hoy. Entré y observé un poco el lugar donde iba a comer. Una sala pequeña, echa totalmente de cemento que asomaba entre los resquebrajados azulejos de las sucias paredes y las losas gastadas del suelo. En otro tiempo, la estancia debió de ser de un blanco inmaculado; en ese momento tenía un color grisáceo. Hacia la derecha estaban las mesas, llenas de lo que, seguramente, fue el paso de mis iguales. Por la izquierda queda la cocina, de la cual viene un nauseabundo olor. Justo entre ambas secciones esta la zona donde reparten la comida, con unas bandejas a la derecha. Cojo la más limpia que encuentro en el montón y me acerco hacia la zona donde una joven famosa rodeada de fotógrafos y reporteros reparte la comida, que consiste en un puré marrón uniforme con un vaso de agua.

Me siento en la mesa que veo más limpia y como disimulando mi asco. De fondo oigo los noticiarios en directo, que alaban la “generosidad” del dueño de la multinacional que ha permitido que hoy disfrute de las nauseas que este cocido de rata me provoca.

Me llama la atención un reportero joven que está situado cerca de la entrada. Se nota que, si no es su primera noticia, si es la primera en directo. Se aturrulla con las palabras, se pone nervioso, suda. Lo miro con tristeza. Su pelo marrón, su tez pálida, sus gafas negras, su camisa blanca, su pantalón marrón y hasta su micrófono rezuman inseguridad. En el momento en que iba a seguir comiendo mi vomitiva cena, me mira él a mí. Veo sus ojos negros clavados en mi plato, en mi raído abrigo, en mi barba grisácea, en mis ojos azules.

De repente, todo él parece sufrir un brusco cambio, se acerca a mi mesa y, alejándome del plato, lo coge y lo muestra a la cámara.

- “Señoras y señores, contemplen este plato. ¿A alguno de ustedes se le pasaría por la cabeza comerse esto? A mí, personalmente, no. Y es que todos (me incluyo) queremos pintar una sociedad idílica, perfecta. Y, realmente, esto es lo que estamos haciendo: mientras que unos comemos marisco, otros contemplan con tristeza este repugnante cocido de dudoso origen. Mientras unos miramos el fuego de la lumbre y sonreímos al ver a nuestra familia, ellos miran a las hogueras que hacen como pueden y lloran o se resignan pensando en todo lo que han dejado atrás”.

“Amigos, queramos verlo o no, este es el otro lado de la Navidad. Y por mucho que un hombre se quede con un yate menos no vamos a encubrirlo.”

Inmediatamente, el aludido, que estaba entrando a ser entrevistado, envía a sus guardaespaldas que se encargan de cortar la emisión y cámara, reportero y servidor acabamos arrojados desordenadamente fuera del comedor.

El reportero se levanta triste, me da unos euros para compensarme por la cena perdida y, no sin antes disculparse por no poder ofrecerme nada más, se dispone a marcharse con el cámara.

- Espera…

Hasta mi voz me suena rara. Hace tanto que no necesito usarla que casi olvido como articular palabra, con lo cual mi voz sale ronca y casi inaudible.

- ¡Espera! – repito, esta vez más alto y claro.

Extrañado, el joven se gira.

- ¿Quiere usted algo más?
- Si. Quiero saber por qué ha hecho usted eso – le digo sin dudar.
- ¿El qué? – pregunta él.
- Haber dicho todo eso.

Como extrañado, echa una carcajada.

- Es extraño que usted me lo pregunte ya que, si no hubiese sido por que le reconocí, nunca hubiese hablado.
- ¿Me… me reconoció?

Se gira y, a modo de despedida, deja un periódico en el suelo. Desconcertado, lo recojo y leo la primera página, viendo que data de veinte años.

“Periodista novato escribe artículo polémico sobre la realidad de las comidas benéficas navideñas.”

Reí amargamente. Ojalá mi sucesor no sufra mis mismas consecuencias.


Espero que os haya disgustado, al igual que espero inutilmente comentarios.

2 comentarios:

  1. Me gustó bastante, quizás me haya quedado demasiado perplejo por el ¡giro final! Pero con la manera de expresarte que tienes no me extraña que hayas llevado primer premio. Vaaale, no leí ningún otro... ¿Y qué? Como si lo hiciera... Sporky se quemó un poco con la nota, tenía que incrementarla con las relecturas.

    A todo esto, échale un vistazo a la película "Plácido", de Berlanga y con López Vázquez (es que falleció ayer :'() Critica a la falsa caridad por la buena imagen de manera cómica y explícita (ni sé cómo no se censuró)

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  2. @Rospo: me gustan los finales inesperados. Por eso moriré el día después de mi cumpleaños por empacho =3

    En cuanto a la peli, si es tal como la pintas no la censuraron porque eso implicaría darse por aludido XD

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