Me empujan siempre dos agujas,
marcando su propio tiempo
por diferentes etapas de mi vida
que a cada instante van muriendo.
Y me empujan y retienen.
Van rápido cuando dije lento,
o su velocidad me mantiene
queriendo yo aumentar mi tempo.
Cambiaron el biberón por juguetes,
y estos por mil y un trabajos.
La ropa, toda, la empequeñecen.
Mi actitud, con ellas, madurando.
No me dejan mirar atrás. Ni adelante.
Solo me dejan ser este concreto algo.
Da igual lo que se siente. Avanzo.
¿Un niño en un traje atrapado?
Y ya que no puedo pararlas,
seré al menos consecuente
con la lisura de mi cara,
o sus arrugas cuando lleguen.
Imposible es escapar al paso,
así que mejor sonreír alegremente,
pues hay alegrías para el joven,
y otras diferentes para el anciano.
Pues cada segundo que pasa es perenne...
Acato dócilmente el consejo de los años...
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